Uno de los temas fundamentales de la filosofía de la historia de Karl Mannheim es la determinación relativa y relacional de la historia como proceso continuo y constante de desarrollo. De ese modo, surgen problemas concretos para esta disciplina cuando la problemática teórica del conocimiento se desplaza a la investigación concreta de las formas históricas, y, entonces, ocurren dos determinaciones metodológicas específicas:
- Se establece la importancia de las voluntades prácticas de los pueblos y las culturas, más allá de la teoría del conocimiento, y, a partir de ello,
- Surge la vinculación espacial del lugar (Standortgebundenheit) filosófico histórico y sociológico de cada práctica y conocimiento históricos, lo que tiene como consecuencia, que la percepción histórica del pasado cambie para cada época específica y se vuelva comprensible y comprobable para el presente.
Ambas determinaciones tienen que ver hoy en Honduras, con el problema de las Zonas de Desarrollo Económico o ZEDES, que el gobierno desea repartir de nuestro territorio nacional. En primer lugar, ha surgido la importancia de la voluntad práctica y política del pueblo hondureño de defender la soberanía nacional ante la repartición gratuita al capital extranjero que desea el gobierno con las ZEDES. Y, en segundo lugar, se ha vuelto visible la vinculación espacial del lugar histórico que dichos organismos extraños a nuestro origen histórico y a nuestros intereses nacionales, significan.
Se ha vuelto visible el hecho concreto de que dicha vinculación espacial del lugar histórico que poseen las ZEDES es extraña a toda nuestra historia y no ha devenido de nuestras instituciones originales. Ellas implican, de hecho, un extrañamiento alienante de nuestros territorios, los cuales no representan los intereses de nuestros pueblos sino todo lo contrario, se invaden y ocupan dichos territorios por extranjeros que los manejarán como su propiedad privada, determinando sus leyes y su política económica. Por eso, creemos, ya que en las ZEDES regirán leyes propias al margen del Estado de Honduras, ello va a atraer a inversionistas corruptos que las manejarán como paraísos fiscales para lavar dinero del crimen organizado y el narcotráfico.
A partir de lo anterior, se vuelve claro que en el proceso histórico hay un círculo entre el querer y el conocer y se vuelve visible también el que las partes de dicho proceso deben corresponder o pertenecer, para tener plena legalidad y legitimidad, a la misma totalidad histórica devenida o sea a la historia como proceso de un desarrollo auténtico. Ello no ocurre con las ZEDES que son partes extrañas a la totalidad histórica que significa Honduras, y no complementan su condicionamiento histórico independiente y soberano.
De ese modo, continuando con la filosofía de la historia de Mannheim, el ser humano “del presente” puede ser relativizado igual que el esfuerzo o logro gnoseológico histórico y ese hecho es el que marca la diferencia entre progresistas y conservadores en la historia. Los primeros van más allá del presente vinculando todos los tiempos históricos (pasado, presente y futuro) hacia un futuro no simplemente promisorio sino materialmente dispuesto a servir al pueblo, un futuro corregido o que corrige los errores del pasado y el presente. Los segundos, o sea, los conservadores, al contrario de los progresistas, absolutizan el presente para no aprender de él o para no tener que aprender de éste.
Y esto, es lo que ocurre con las ZEDES: prometen un futuro asegurado en empleos pero no aclaran ni explican cómo lo van a lograr para desarrollar todo el país, y no solo los lugares en los que se instalen. Ya tenemos la experiencia histórica del enclave bananero gringo que, en vez de empleos, no hizo más que acrecentar la dependencia económica de Honduras del capital norteamericano.
Para Mannheim la historia debe ser siempre revisada para generar orientación en el presente. La historia como corrección y orientación total crea sus principios, puntos de vista y medidas a partir de cada síntesis del presente mismo. Se trata de analizar el pasado de tal modo que este llegue a corregir el presente, al ver a este último como una unidad en síntesis de elementos que tienen una raíz en lo que ya no solamente ha ocurrido sino ante todo ha devenido, porque forma parte integrante del querer y conocer de un pueblo, porque la historia no solamente es práctica del accionar histórico sino además producción de conocimientos y experiencias en base a las síntesis que se originan de esa corrección concreta y material del pasado.
Luego, las síntesis del presente histórico devenido y no solamente acontecido, de sucesos y hechos del pasado, producen, a su vez, síntesis del conocimiento histórico que funciona como una orientación de y para las vivencias existenciales de las personas en una época histórica determinada. Es por ello, que nos preguntamos, ¿Qué clase de conocimiento práctico, teórico, ciudadano y de identidad nacional van a dejar las ZEDES en nuestro territorio para que prime la tradición devenida históricamente en nuestro país y no solamente el presentismo ocurrido?
Mannheim señala que, del simple factor de la vinculación del lugar espacial de todo conocimiento histórico y la vinculación actual de cada imagen de la historia con el querer y los valores concretos no se deriva de ninguna manera una relatividad del conocimiento ganado sino una relacionalidad que es la que demuestra los verdaderos intereses que se encuentran detrás de los hechos, muchas veces absolutizados por los poderosos en una sociedad. Ello, porque estos no solo se relativizan sino que se descubre su ligazón con el lugar que ocupan en el desarrollo y devenir históricos de lo social o de la sociedad en cuestión. Las ZEDES, en consecuencia, solo son zonas o pueden ser zonas relativas pero no relacionales porque no están tomando en cuenta las relaciones socioeconómicas y culturales de los lugares de origen y estarían actuando al margen no solo de las leyes sino de la propia historia del país.
El relacionismo de la historia, implica así, a diferencia del relativismo, la existencia de una dialéctica de las épocas cuando en la filosofía de la historia se establece la premisa de que no hay en ella solo una secuencia genética sino una secuencia del sentido genético de las formaciones en devenir que transforman el sistema social de medidas históricas estático en uno dinámico. Las ZEDES violentan la secuencia del sentido de soberanía nacional de Honduras, una lucha permanente del pueblo hondureño por su independencia y liberación totales. Con ello nos quieren volver la historia estática y sin sentido nacional imponiéndonos un nuevo estatismo antihistórico de enclave así como de explotación inmisericorde de los recursos naturales. No se toma en cuenta que las instituciones y organizaciones sociales creadas en el presente deben de estar de tal modo estructuradas que permitan la dinámica histórica, no la estaticidad y limitación antisociales y violentas porque están basadas en una mayor y descarada impunidad.
Hegel, señala Mannheim, llegó a imponer demasiado la lógica en la historia, en la medida en que las formaciones irracionales fueron artificialmente transformadas en lógicas. Se necesita, entonces, una dialéctica como sistema jerárquico dinámico de las formaciones racionales que supere la visión de los irracionalistas. Estos solo ven formas aisladas en la historia sin observar el devenir histórico hacia una unidad en síntesis de la totalidad de la misma que se extienda hasta el presente.
La dialéctica histórica no es para Mannheim una conformación lógica entre tesis, antítesis y síntesis, ni va simplemente de lo inferior a lo superior, como señalaba Hegel, sino que en ella está estructurada e incorporada no solo la lógica sino la vida misma y concreta de los pueblos. La lógica trasciende al tiempo y por eso debe ser historizada, y ello se logra con la utopía dinámica que es la que esclarece y descubre conceptos trascendentales que representan a fenómenos de la realidad con la finalidad de insuflarles facultad recursiva de futuro. En cambio, las ZEDES no surgen de nuestra raíz histórica nacional y soberana y por eso no son racionales sino formas irracionales de convivencia que violentan nuestras leyes y se convierten en territorios autónomos donde no nos está permitido entrar y dirimir. En ellas, no regiría la utopía dinámica que legitima la verdad prospectiva o de perspectiva de futuro, sino la distopía de la destrucción de las personas, las culturas y la naturaleza. Además, regiría no la verdad del conocimiento sino la mentira de los negocios sucios que ocultan al verdadero conocimiento al, para el caso, aceptar esos territorios autónomos, recibir basura tecnológica de otros países, a cambio de dinero y sobornos.
Las ZEDES no nos brindan, así vistas, ni constituyen un desarrollo superior en nuestra historia sino un retroceso en materia de independencia y paso de todo el pueblo hacia un estadio transformador que traiga prosperidad para todos y todas. Las ZEDES no nos brindan una perspectiva de renovación y progreso sino de mayor dependencia y conflicto irracional abusivo del poder hegemónico en nuestro país. Las ZEDES son construcciones distópicas porque no trascienden la realidad, su aparente trascendencia en el devenir histórico es malsana y basada en la corrupción de sus autoridades.
Como ya hemos dicho, son propiedades privadas donde sus dueños pueden hacer lo que quieren. Es un proyecto perverso del Partido Nacional para fragmentar el país en pequeños feudos al margen del Estado de Derecho. El verdadero progreso y crecimiento históricos son sistemáticos y con vinculación espacial al lugar histórico social, además de perspectivo-dinámicos, no son una simple secuencia de elementos lógicos que pasan de una condición inferior a otra superior, como nos quieren hacer creer respecto a las ZEDES, sino que están ligados como procesos a los elementos de la vida de los pueblos y sus culturas devenidas y por eso no marginalizan ni discriminan elementos constitutivos de verdad histórica. Solo queda la desobediencia civil para impedir estos intentos irracionales de destruir nuestra historia. Resumiendo, las ZEDES son formas irracionales de violación del Derecho Nacional e Internacional porque:
- Son estáticas y no dinámicas.
- Niegan la Constitución y la evolución del devenir de la dialéctica histórica.
- Son construcciones ilógicas al margen de la historia real del pueblo hondureño.
- Le restan protagonismo nacional e histórico al pueblo hondureño.
- Son limitantes y no trascienden la realidad sino que la estancan y entregan al crimen organizado.
- Son distópicas destructivas y no permiten la construcción de la alternativa de la utopía social.