Diagnóstico de nuestro tiempo de Karl Mannheim

En 1943, salía publicado el libro “Diagnóstico de nuestro tiempo” de Karl Mannheim, el gran sociólogo húngaro-alemán, que reflejaba su preocupación por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y los avances del fascismo y el nazismo en Europa. Sobre la sociedad y época de su tiempo señalaba al inicio del libro: “No hay duda alguna de que nuestra sociedad está enferma. ¿Cuál es su enfermedad y cómo puede curarse? Si tuviera que resumir la situación en unas palabras, diría lo siguiente: “Estamos viviendo en una época de transición del laissez-faire a una sociedad planificada. La sociedad planificada futura puede tomar una de estas dos formas: la dominación de una minoría mediante una dictadura o un nuevo tipo de gobierno que esté todavía regulado de manera democrática, no obstante, el aumento de su poder” (Mannheim, México, FCE, 2023, Décima reimpresión, pág. 9).

No cabe duda, que, en la actualidad, nos encontramos en el presente en una situación análoga en la que la desilusión generalizada con el laissez-faire del neoliberalismo depredador y extractivista, está dejando paso al surgimiento de una nueva planificación de la sociedad regional y mundial desde la expansión de un nuevo centro de poder que se aproxima a la primera de sus formas:  la reactivación de la dominación mundial por minorías de familias, políticos y empresarios cuya intención es la de instaurar una dictadura fascista en cada una de las potencias mundiales, incluyendo a Estados Unidos de América, Rusia, China e Israel.

Por eso Mannheim decía seguido de lo anterior: “De ser cierto este diagnóstico, resulta que todos nos encontramos navegando en el mismo barco: Alemania, Rusia e Italia, lo mismo que Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Todos estamos moviéndonos en la misma dirección hacia una especie de sociedad planificada, aunque muchos aspectos sean diferentes, y la cuestión está en saber a qué especie pertenecerá esa planificación, si a la buena o a la mala; porque de todas suertes ella tendrá que imponerse, sea con una dictadura, sea sobre la base de un control democrático. Pero un diagnóstico no es una profecía. El valor de un diagnóstico no reside meramente en el pronóstico, sino en las razones que permitan sostener las afirmaciones hechas. El valor de un diagnóstico consiste en la finura del análisis de los factores que parecen determinar el curso de los acontecimientos. Los cambios fundamentales de que somos testigos pueden imputarse, en último extremo, al hecho de que estamos viviendo en una sociedad de masas. El gobierno de las masas no puede lograrse sin una serie de invenciones y mejoras en el campo de las técnicas sociales, económicas y políticas. Entiendo por técnicas sociales el conjunto de los métodos que tratan de influir la conducta humana y que en las manos del gobierno operan como un medio de control social singularmente poderoso” (Ídem, págs. 9-10. El subrayado es nuestro).

Como ejemplo de esas nuevas técnicas sociales que estaban en marcha, Mannheim distingue los nuevos avances tecnológicos en materia militar, en el campo de las comunicaciones y en el ámbito del avance de la nueva ciencia de la conducta humana como la psicología que estudia el comportamiento de las masas o de una población reducida al concepto de masa o sea totalmente controlable porque se le impide el desarrollo de una conciencia ciudadana. Por eso señalaba que “el desarrollo de los servicios sociales permite ejercer una influencia que penetra en nuestras propias vidas privadas. De esta suerte, se da la posibilidad de que se pongan bajo el control público procesos psicológicos que se consideraban antes enteramente personales” (Ídem, pág. 11). Como vemos Mannheim casi está retratando la situación social de nuestras sociedades contemporáneas, plenamente hipnotizadas con el uso del celular y las redes sociales, y las plataformas internacionales de la comunicación que se introducen en las vidas privadas de los usuarios.

Prosiguiendo su caracterización de las técnicas sociales Mannheim establece: “La razón por la que doy tanta importancia a estas técnicas sociales, es que limitan la dirección en la cual puede desarrollarse la sociedad moderna. La naturaleza de estas técnicas sociales es más fundamental aún para la sociedad que la estructura económica o que la estratificación social de un determinado orden. Mediante ellas se puede impedir o moldear de nuevo la acción del sistema económico, destruir ciertas clases sociales y poner otras en su lugar” (Ídem, pág. 11).

Y, seguido encontramos: “Las llamo técnicas porque, como todas las técnicas, no son en sí mismas buenas ni malas. Todo depende del uso que de ellas haga la voluntad humana. Lo más importante acerca de estas técnicas modernas es que tienden a fomentar la centralización y, por tanto, la dominación minoritaria y la dictadura […] Los individuos y sus pequeñas empresas ya no alcanzan un equilibrio por la competencia y el ajuste mutuo. En diversas ramas de la vida social y económica se dan combinaciones gigantescas, unidades sociales complejas, que son demasiado rígidas para que puedan reorganizarse por sí mismas y que deben gobernarse por eso, desde un centro determinado” (Ídem, pág. 11). Es como si Mannheim se estuviera refiriendo en la sociedad posmoderna al centro de Silicon Valey en Estados Unidos de América.

Y Mannheim exigía como solución a la situación que detallaba la fundamentación de principios universales tales como el de la justicia social para que la planificación no desembocase en una dictadura sino en lo que él llamaba una “democracia militante” de ciudadanos conscientes y con valores que defienden la verdadera libertad: “Otra aclaración necesaria es la de que la planificación no necesita apoyarse en la dictadura. La coordinación y la planificación pueden realizarse sobre la base del consejo democrático. Nada hay que pueda impedir al aparato parlamentario llevar a cabo el control necesario en una sociedad planificada. Pero no es sólo el principio abstracto de la democracia el que debe salvarse y fundirse en una nueva forma. También debe realizarse la exigencia de la justicia social si deseamos garantizar el funcionamiento del nuevo orden social. El funcionamiento del sistema económico actual abandonado a sí mismo tiende, en el tiempo más corto posible, a aumentar de tal forma las diferencias de ingresos y riqueza entre las diversas clases, que esto por sí crea insatisfacción y una tensión social continua. Pero si el funcionamiento de la democracia se basa por esencia en el consentimiento democrático, el principio de la justicia social no es sólo una cuestión de ética, sino una condición necesaria del funcionamiento del sistema democrático en sí” (Ídem, pág. 15).

Y, Mannheim reflexionaba: “Nuestra democracia, para sobrevivir, tiene que transformarse en una democracia militante. Existe desde luego una diferencia fundamental entre el espíritu combativo de los dictadores, por una parte, que tratan de imponer a sus conciudadanos un sistema total de valores y una organización social como camisa de fuerza, y una democracia militante, por la otra, que únicamente llega a serlo en defensa del procedimiento de cambio social tenido comúnmente por justo y de aquellas virtudes y valores básicos -fraternidad, ayuda mutua, decencia, justicia social, libertad, respeto por la persona, etc.- que son los fundamentos del funcionamiento pacífico de un orden social. La nueva democracia militante habrá de desarrollar, por tanto, una nueva actitud frente a los valores. Habrá de diferir del laissez-faire relativista de la época anterior en la medida en que tenga el valor de llegar a un acuerdo sobre algunos valores básicos, aceptables para todo aquel que comulgue en las tradiciones de la civilización occidental” (Ídem, pág. 17). Proféticas palabras en tiempos en que en nuestro mundo actual la democracia es atacada, agredida, negada y vilipendiada por los que pretenden destruirla en su forma de Estado de Derecho en la mayoría de los países actuales de todos los continentes.

Y, Mannheim concluía frente a la amenaza fascista mundial que también es la actual amenaza en nuestro tiempo: “El problema estratégico consiste, en su caso, en dividir sus filas de tal suerte que queden separados los filofascistas de aquellos que sólo tengan que perder con un experimento fascista. En mi opinión puede desarrollarse un nuevo orden social y cabe frenar las tendencias dictatoriales encerradas en las técnicas sociales modernas siempre que nuestra generación tenga el valor, la imaginación y la voluntad necesarias para adueñarse de ellas guiándolas en la dirección adecuada. Esto debe hacerse inmediatamente, mientras las técnicas sean todavía flexibles y no hayan sido aún monopolizadas por un grupo único. A nosotros nos corresponde evitar los errores de las democracias anteriores que, a causa de su ignorancia de estas tendencias fundamentales, no pudieron prevenir el desarrollo de la dictadura. La misión histórica […] es la de crear, apoyándose en la base de su continuada tradición de democracia, libertad y reforma espontánea, una sociedad que funcione de acuerdo con el espíritu del nuevo ideal: la planificación para la libertad” (Ídem, pág. 22). La tarea, pues, está planteada si deseamos rescatar el mundo del callejón sin salida y el suicido colectivo al que nos están llevando las potencias mundiales en la actualidad, con Donald Trump, Vladimir Putin y Elon Musk a la cabeza.

Por Irma Becerra

Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.

1 comentario

  1. Gracias por ayudarnos a comprender la ruta social y política del mundo actual y el compromiso que debemos asumir

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