El 19 de abril de 1785, Kant finalizaba su “Ethica” en Königsberg con las siguientes palabras: “El destino final del género humano es la perfección moral en tanto que ésta sea realizada mediante la libertad humana, y se capacita así el hombre para la mayor felicidad […] Este principio interno del mundo no es otro que la libertad. El destino del hombre se cifra, por lo tanto, en conseguir su mayor perfección a través de su libertad […] El fin universal de la humanidad es la suprema perfección moral; si todos quisieran comportarse de tal modo que su conducta se compadeciera con esta finalidad universal, se alcanzaría con ello la perfección suprema. Cada cual se ha de esforzar individualmente por adecuar su comportamiento a esta meta. Ahora bien, ¿en qué tramo del camino se halla el género humano? Si tomamos la parte más ilustrada del mundo comprobaremos que todos los Estados están alzados en armas los unos contra los otros. Esto acarrea ciertas consecuencias que obstaculizan el acercamiento por parte del hombre a ese fin universal de la perfección. De llevarse a cabo la propuesta del abad de Saint Pierre sobre una federación cosmopolita, esto constituiría un notable avance del género humano, un hito en su camino hacia la perfección. Pues tal evento podría inaugurar la época en que se propiciaría con denuedo aquella meta. Pero no cabe esperar nada semejante por parte de los príncipes, quienes gobiernan caprichosamente y a su antojo, al no tener ascendiente alguno sobre ellos la idea del derecho. ¿Cómo se ha de propiciar entonces esa perfección y de qué lado cabe esperarla? No existe otro camino salvo el de la educación. Ésta ha de adecuarse a todos los fines de la naturaleza y de la sociedad, tanto civil como doméstica. Sin embargo, la educación que recibimos en casa y en la escuela resulta todavía muy deficiente, tanto en lo que concierne al cultivo del talento, de la disciplina y del adoctrinamiento, como en lo referente a la formación del carácter con arreglo a principios morales. Se piensa más en la destreza que en la intención de valerse bien de ellos. Mas, ¿cómo puede gobernarse un Estado de otra forma sin que sus dirigentes reciban una educación adecuada? Cuando la educación fuese encauzada a desarrollar correctamente los talentos, se configuraría el carácter moral, pues dichos talentos terminarían por ascender hasta los tronos y los príncipes serían educados por personas diestras a tal efecto. Hasta la fecha ningún príncipe ha contribuido jamás en algo a la perfección de la humanidad, a la felicidad interior o al valor del género humano, ocupándose únicamente del florecimiento de su Estado, que para él es lo más importante” (Immanuel Kant, Lecciones de Ética, Barcelona: Editorial Planeta, págs. 301-302).
De ese modo, Kant abogaba por una perfección humana basada en la libertad en virtud de una conciencia interna y no por obediencia a autoridad pública alguna, para alcanzar así el fin último de la suprema perfección moral del género humano lo que acabaría con la estrechez de miras y nos uniría en una fórmula contractual de carácter global. Pero esa libertad no es libertinaje ni simple elección de cualquier alternativa que se nos presente, sino una atención a los deberes en relación tan sólo a la dignidad del género humano. Por eso señala que “estos deberes [sobre todo los deberes para con nosotros mismos IB] se basan en el hecho de que carecemos de una libertad ilimitada con respecto a nuestra persona e indican que hemos de respetar a la humanidad en nuestra propia persona, porque sin esa estima el hombre se convierte en objeto de menosprecio, en algo que es sumamente reprobable desde fuera y que carece de valor alguno en sí mismo […] Sólo bajo esta dignidad del género humano podemos poner en práctica el resto de los deberes. Quien carece de valor interno alguno ha degradado su persona y es incapaz de practicar cualquier otro deber” (Ídem, págs. 160-161). En este sentido, la libertad es una disposición interior regulada de dominio sobre uno mismo y autocontrol, porque únicamente como disposición interna asimilada del corazón significa respeto a la Humanidad desde cada persona como su representante moral. Llevamos a la Humanidad en cada uno de nosotros y por eso le debemos respeto al género humano igual que nos respetamos a nosotros mismos.
La libertad, para Kant es, en consecuencia, el principio de todos los deberes para con uno mismo y con los demás, es la capacidad que proporciona una inagotable aptitud para todas las demás capacidades: “Es el mayor exponente de la propia vida. Es aquella propiedad que subyace, como fundamento y condición necesaria, a todas las perfecciones” pero en tanto “valor interno del mundo” o el bien supremo que se asimila internamente. Pero como valor interno del mundo, la libertad se encuentra sujeta a reglas que son objetivas y no subjetivas, porque representan en ellas a la humanidad. Por eso agrega: “Ahora bien, lo que yo denomino libertad en el hombre no es un principio subjetivo determinante de la regularidad de las acciones. De ser así, no existiría libertad alguna y todo configuraría una cadena de consecuencias. Si la libertad es restringida conforme a reglas subjetivas, se origina el mayor caos imaginable. Si el hombre no pusiera coto a sus ímpetus, bien podría llegar a destruir tanto a los demás como a sí mismo y a toda la naturaleza. Bajo el concepto de libertad cabe pensar la mayor irregularidad, cuando ésta no es determinada objetivamente. Esos principios que restringen la libertad, determinándola objetivamente, se hallan en el entendimiento. ¿Cuál es entonces la condición bajo la que se restringe la libertad? Esta condición es la ley universal que dice:”condúcete de modo que en tus actuaciones impere la regularidad”” (Ídem, pág. 162). Y esa regularidad, es aquella que no sigue voluntariosamente los impulsos.
Y Kant agrega para concluir: “¿Qué debe entonces restringir la libertad en lo que a mí respecta? El no seguir las inclinaciones. La regla originaria conforme a la cual debo restringir la libertad se cifra en compatibilizar la conducta libre con los fines esenciales de la humanidad […] Sólo aquellas condiciones bajo las cuales es posible el mayor uso de la libertad, de modo que ésta pueda coincidir consigo misma, son los fines primordiales de la humanidad. La libertad ha de coincidir con ellos. El principio de todo deber es, por lo tanto, la coincidencia del uso de la libertad con los fines primordiales de la humanidad” (Ídem, págs. 162-163). Y esos fines son la justicia y la equidad, el autodominio de uno mismo y el autocontrol, no la guerra ni los viejos y nuevos imperialismos o la sustitución de una geopolítica por otra.
Hemos expuesto extensamente la definición de libertad en Kant para dejar claro que hay que conducirse de modo tal que llevemos incorporados en la acción individual a toda la humanidad porque nuestra acción no la daña, menosprecia o denigra. De lo que se deriva que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos, y debemos hacer uso de la libertad como perfección moral individual que incorpora los fines de libertad de toda la humanidad en nuestra persona. Y hemos querido esclarecer esta concepción dialéctica de la libertad entre lo individual y lo colectivo porque en estos momentos en Honduras se ha reducido la clase de filosofía en secundaria únicamente al undécimo grado, como reza en el artículo sexto de la Gaceta del 1 de marzo de 2023, de una parte; y de otra parte, la presidenta Xiomara Castro ha aprobado las relaciones diplomáticas y comerciales con la República Popular China, hablando en “aras de la libertad de las fronteras en el concierto de las naciones del mundo”, siendo que este país posee propósitos imperiales igual que Estados Unidos de América y Rusia, por lo que no difiere del resto de los imperialismos. China Popular se caracteriza por una violación de los derechos humanos, especialmente de la minoría étnica de los “uigures”, así como la ocupación de Hong Kong y una permanente vigilancia y control totalitarios mediáticos de sus ciudadanos. Hemos descrito esta terrible realidad de ausencia de libertad en nuestro ensayo “La distopía china: el totalitarismo del Estado mediático”, publicado en nuestro blog utopiasyrealidades.com del 27 de agosto de 2021.
Ambas decisiones a las que nos referíamos anteriormente no son acciones de libertad sino de ideología política que ignoran la esencia de la libertad como perfeccionamiento moral y jurídico del derecho, según lo expresa Kant, así como la necesidad de una educación integral que a través de la filosofía y la ética nos conduzca hacia una federación global de las naciones en total paz perpetua. No es menos filosofía ni menos ética lo que ocupamos sino más filosofía y más ética. No es menos análisis crítico deliberativo lo que nos va a rescatar como nación sino el estudio de la historia universal y del pensamiento universal en un sentido crítico constructivo.
También en el país se ha iniciado una notable influencia de las ideologías políticas provenientes de América del Sur que no tiene nada que ver con el sentido de la libertad desde la filosofía, sino que es un nuevo adoctrinamiento para que nos volvamos más ignorantes que antes. Me refiero al evento que realizara el Instituto de Formación Político Ideológica de LIBRE, al organizar un homenaje a Eva Perón, la esposa del caudillo fascista argentino Juan Perón, ambos forjadores del populismo fascista en la Argentina, que costara muchas vidas a sus seguidores ultraizquierdistas, por ejemplo, de la organización de los Montoneros. ¿Por qué dicho instituto se deja llevar por ideologías y símbolos ajenos a nuestra historia nacional? ¿Por qué no organizaron un evento de homenaje a doña Josefa Lastiri de Morazán? ¿Por qué tenemos los hondureños que ensalzar la figura de Eva Perón quien, muy oronda, visitase al dictador Francisco Franco en España para llevarle ayuda desde la Argentina cuando el régimen franquista se encontraba aislado mundialmente?
En base a lo que señalamos al inicio de este ensayo, no todo puede llamarse libertad sobre todo si son acciones subjetivas que no llevan en sí ni coinciden con los fines primordiales de la humanidad en su conjunto: alcanzar la perfección moral por medio de la justicia y la equidad desde una educación integral como disposición interior y no desde la ignorancia como elección reconfortante. Ignorar la historia puede resultar un craso error lo mismo que aliarse con los nuevos imperialismos. Tenemos la responsabilidad moral de esforzarnos cada uno en trabajar en nosotros mismos, en nuestro propio perfeccionamiento y no lo lograremos sin filosofía, sin verdadera libertad y sin ética.