En entrevista reciente del Canal 10 de televisión nacional, el General Romeo Vásquez Velásquez, responsable, entre otros, del Golpe de Estado del 2009, ha señalado en relación con los resultados electorales de Venezuela que favorecen una vez más al presidente chavista, Nicolás Maduro, que: “Allí tenemos unos resultados orquestados por políticos de izquierda que siguen sus propios intereses y tratan como “botín” al Estado para enriquecerse y beneficiarse del mismo. Además, ya no es posible distinguir a los políticos de izquierda de los políticos de derecha, porque ambas tendencias políticas son igualmente corruptas y están solo interesadas en sus propios beneficios y ambiciones particulares. De ese modo, para ser patriota y evitar que en Honduras ocurra lo mismo que en Venezuela, debemos unirnos todos los ciudadanos que amemos al país y que tengamos conciencia de que lo anterior no es correcto ni democrático. En este sentido, las Fuerzas Armadas no están motivadas a intervenir en cuestiones de políticos corruptos y lo que debemos hacer para motivarlas a hacer algo efectivo contra dicha corrupción e impunidad, es lograr que las primeras defiendan la Constitución y no a algún político o política en particular. Ello, porque en Honduras las Fuerzas Armadas aún representan al pueblo y no a un partido político como sí ocurre en Nicaragua o en Venezuela”.
De ese modo, el General Romeo Vásquez Velásquez se desmarca de su tradicional apoyo a los Golpes de Estado a gobiernos civiles por parte de los militares, y parece adoptar la posición actualizada y mejorada de que las Fuerzas Armadas actuales se encuentran ante un dilema: no pueden apoyar gobiernos corruptos y dictatoriales, pero no pueden tampoco intervenir directa y militarmente como lo habían hecho hasta ahora para derrocar a presidentes democráticamente electos. En este sentido, aunque el General olvidó mencionar en la entrevista la actitud cómplice y permisiva de los militares ante la usurpación de la alternancia en el poder por parte del expresidente Juan Orlando Hernández, así como sus nexos con el narcotráfico nacional e internacional, el General nos deja una pregunta a los ciudadanos civiles: ¿Qué hacer para resolver este dilema y para actuar patrióticamente si los militares actuales están subordinados al poder civil que no pueden cuestionar y al que deben obedecer incondicionalmente?
Se trata aquí, sin duda, de una pregunta importante para la Ética Militar y la Política que debe redefinir la función social de las Fuerzas Armadas en el siglo XXI, porque si bien es cierto que dicha institución debe ser profesional, disciplinada, obediente y no deliberante, en la era del advenimiento de la sociedad del conocimiento se precisa de “ciudadanos con uniforme” y “soldados reflexivos” que no solamente obedezcan órdenes, sino que puedan discernir si dichas órdenes son beneficiosas para proteger el Bien Común y la libertad de todos los ciudadanos de una nación.
Como señala Mario Verdugo M., en su ensayo titulado “Funciones de las Fuerzas Armadas y el Consejo de Seguridad Nacional en Chile de Acuerdo a las Propuestas de la Reforma Constitucional”, este país, luego de la experiencia fascista de 1973, con el Golpe de Estado auspiciado por el General Augusto Pinochet, está deliberando acerca de la necesidad de reformar las tradicionales funciones de las Fuerzas Armadas en sus aspectos de ser “esencialmente obedientes” y “ser no deliberantes”. Al respecto, escribe lo siguiente: “Si las Fuerzas Armadas y los Carabineros, en su estructura y acción, deben encuadrarse en la Constitución y la ley, quedan en ese sentido sometidas a las autoridades y órganos que allí se establecen. Y especialmente al Presidente de la República, al que el constituyente le confiere un conjunto de atribuciones de carácter militar” (Verdugo, Ius et Praxis, 8 (1): 53-70, 2002, pág. 6). O sea, que por obligación constitucionalmente referida, los militares están sujetos a la autoridad civil. Por ello, el autor anterior advierte que: “El deber de obediencia no es ilimitado, pues se trata de una “obediencia reflexiva”, lo que significa que el subalterno tiene la facultad de “discernir”, pudiendo representar al superior la ilegalidad y deberes de cada institución, en todo lo que diga relación con su función específica” (Ídem, pág. 6). Esto último, especialmente en los casos en los que el presidente puede ordenar al ejército agredir a la propia población alegando que desea mantener el orden interno o “defender la Nación”, como está haciendo actualmente el presidente Maduro en Venezuela, al ordenar a la Milicia Bolivariana reprimir las acciones de protesta de los ciudadanos venezolanos que suponen un fraude electoral más y que también se han volcado a las calles para “defender la Nación”.
En relación con el hecho de “no ser deliberantes”, el autor anterior reflexiona: “En otras palabras, no pueden someter a debate, como instituciones, las órdenes de la autoridad civil […] Si la no deliberación implica la prescindencia política como institución, ello no significa que sus miembros no puedan tener individualmente ideas políticas. Empero, lo que no pueden hacer es adoptar actitudes políticas o someter su vida y carrera militares a posiciones o ideas partidistas. Se trata, en suma, de evitar que se mezclen en lo contingente, única forma de dotarlas de independencia frente al poder político. Que sean no deliberantes quiere decir que les queda vedado el pronunciarse acerca de materias o asuntos que no guarden relación directa con su función específica” (Ídem, pág. 7). Pero el asunto es mucho más complejo en la actualidad. Si bien es cierto la no deliberación restringe a las Fuerzas Armadas de invadir el espacio político civil y crear dictaduras militares, no menos es cierto que también existen las dictaduras dirigidas por políticos y tiranos civiles que ponen a su disposición particular el uso de los ejércitos con sus armas y su fuerza física. ¿Qué hacer entonces?
El Coronel Luis Filippi de Solminihac, en su ensayo, “Responsabilidad social de las Fuerzas Armadas en tiempo de paz”, nos indica una solución al anterior dilema y señala que: “Con esos antecedentes a la vista, se visualiza que la estructura decisional de las FFAA en países democráticos, está equilibradamente distribuida entre los 3 poderes del Estado y no en el gobierno de turno, existiendo una Gobernanza equilibrada […] entre las distintas autoridades, supervisoras, reguladoras y ejecutoras” (Revista del Colegio Interamericano de Defensa, ISSN 2412-0715, pág. 46).
De esta manera, el presidente de un determinado gobierno no podría ordenar la intervención de las Fuerzas Armadas contra su propio pueblo, y hacerlo en nombre de la “defensa militar del Estado” como dice el Capítulo I, en su Artículo 1, de la Ley Constitucional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela (Véase Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, Año CXLVII, Mes IV, Caracas, jueves 30 de enero de 2020, N° 6.508 Extraordinario).
Por eso, la función social de las Fuerzas Armadas en el siglo XXI debe ser la de proveerlas de pensamiento y capacidad reflexiva. Tal como dice y cita Eduardo Frei Montalvo: “Los pueblos están dominados por las tiranías y se duermen en un activismo que los exalta y los libera de la responsabilidad de pensar. Rauschning nos cuenta con qué fina perspicacia Hitler así lo ha comprendido, cuando le habla que él salvará a los hombres de este pesado fardo de su libertad y su pensamiento individual. “Fanaticé a la masa -le dice- para hacer de ella el instrumento de mi política. Se me ha reprochado despertar en la masa los más bajos instintos. No hago tal. Si me presento ante ella con argumentos razonables, no me comprende: pero cuando despierto en ella sentimientos que le convienen, sigue inmediatamente la voz de orden que le doy. En una asamblea de masa no queda sitio para el pensamiento” (Hitler citado por Rauschning en Frei Montalvo, La Política y el Espíritu, Santiago de Chile: Ediciones Ercilla, 1940, pág. 13). Igual actuó Nicolás Maduro, al decir que, si no ganaba las elecciones en Venezuela, “habría un baño de sangre” en los oponentes adversarios.
Por consiguiente, con el advenimiento de la sociedad del conocimiento cambian las tácticas, las técnicas y los procedimientos, en general, del proceder militar ya que ahora surge la aplicación “irreflexiva e irracional” de la inteligencia artificial en los ejércitos militares y los soldados están obligados por ello a asimilar el conocimiento profesional trasladándolo con suma prudencia y reflexividad al campo de la acción: “En cualquier campo, los militares reflexivos y buenos administradores de las profesiones fomentan tanto en sí mismos como en sus subalternos, hábitos que desarrollan un caudal de conocimiento que constituye la base de la profesión” (Paparone/Reed, El Militar Reflexivo: Cómo piensan los militares profesionales en acción. MILITARY REVIEW, enero-febrero, 2012, pág. 38).
En consecuencia, ya no basta con la aplicación de la fuerza bruta basada en la ignorancia y el acto impulsivo para considerarse un buen profesional en el campo militar. Ahora, en la sociedad del conocimiento, se precisa estar informado seriamente en todos los aspectos científicos y humanísticos, porque se impone el saber y el ser humano reflexivo, tanto civil como militar, que no se deja llevar por sus impulsos o sus simples emociones iracundas, así como por la corrupción de sus ideales o la politización y privatización de sus funciones o intereses individuales y colectivos.
Hasta ahora las élites actuales han basado su poder en el distanciamiento social selectivo y económico y se han alejado del pueblo para servir intereses políticos eminentemente criminales propios, por ejemplo, de narco políticos, provistos de una ambición desmedida, algo que le ha hecho mucho daño a la sociedad y que ha terminado por desprestigiarlas a ellas mismas. Es por eso, que, ante lo anterior, se vuelve urgente e imprescindible la necesidad de formación de nuevas élites, incluso militares, reconstructivas e integradoras, así como protectoras del corazón y el espíritu de los pueblos, porque solamente protegiendo el centro o justo medio de la población se puede evitar caer en los extremismos totalitaristas de izquierda o de derecha, y avanzar en el devenir positivo de una política al servicio de toda la Humanidad.