Los últimos acontecimientos políticos, educativos, culturales e incluso de la conducción vial con sus accidentes automovilísticos recientes, nos hacen concluir que somos un país de egoístas que no piensan en los demás y que, más bien, desprecian a sus connacionales, además de que nuestra cultura carece enormemente de espíritu y sentido comunitarios que nos hagan unirnos en un solo afán para enfrentar juntos los agudos y crónicos problemas propios del Tercer Mundo en el que nos encontramos.
Por el contrario, reina la idea contraria, que por el hecho de encontrarnos en el Tercer Mundo las cosas tienen que salir mal o no pueden ser bien hechas. No queremos progreso ni evolución, porque muchos de nosotros nos encontramos bien acomodados en el subdesarrollo al que hemos convertido en nuestro modus vivendi. Estamos, pues, condenados a un falso destino común apocalíptico, en el que cada quién, sea este individuo, familia, partido político, élites, sociedad o nación, hala para su propio lado y únicamente ve y defiende sus propios intereses egoístas, particularistas, generalmente mezquinos y de codicia y ambición desmedidas. Mientras tanto, el pueblo hondureño se acostumbra también al letargo, la docilidad, sumisión y anestesia que implican el no perseguir intereses comunes que lo liberen de seguir a dizque cualquier caudillo o personaje que le prometa solucionar sus problemas. Así, hemos observado cómo los hondureños nos mantenemos y continuamos divididos y polarizados en una sociedad netamente autocrática que cada vez más nos lleva a la violencia irracional extrema, cínica y brutal.
Por un lado, en la política, el Congreso es tomado por una Comisión Permanente integrada por 9 diputados, que termina eligiendo dos fiscales interinos, general y adjunto, en una medida desesperada ante la imposibilidad de elegir a Jeny Almendares como la mejor candidata evaluada por la Junta Proponente, porque ella estuvo a favor del Golpe de Estado del 2009 y no se podía, ante dicha posición golpista, confiar en esta candidatura como verdaderamente independiente. Se comprende lo anterior, y aunque no justificamos la forma de politización judicial, debemos considerar que los diputados nacionalistas nunca hubiesen cedido a la necesidad de desmontar la estructura del narcotráfico dejada por el expresidente cachureco, Juan Orlando Hernández, hoy preso en Estados Unidos de América.
En educación observamos que el ministro, Daniel Sponda, carece de visión integral del problema de la necesidad de educar a los docentes, los alumnos y los estudiantes en pensamiento crítico que les ayude a enfrentar los problemas de nuestra sociedad, secuestrada por el crimen organizado, las maras y la corrupción e impunidad. El pensamiento crítico es necesario para superar la mentalidad individualista extrema del hondureño a la que nos ha conducido el neoliberalismo educativo. Contra esto, el ministro se ha limitado a tratar algunos problemas referentes a la edificación de la infraestructura educativa y la merienda escolar. Problemas que, aunque básicos, no refundan el sistema de educación si no se trata al mismo tiempo, el tema de la ausencia de una conciencia y una identidad hondureñas y si no se tiene claro el tipo de ciudadano hondureño que se quiere formar y que necesitamos en el y para el siglo XXI.
En cultura, la ministra Vélez, no ha logrado unificar a los distintos artistas, escritores e intelectuales del país, en un solo proyecto de refundación cultural que, igualmente, forme generaciones pensantes, racionales, decentes y críticas para el bienestar común de todos los hondureños y las hondureñas y no sólo de ciertas minorías de la población. Más bien, observamos cómo en ese ministerio reina el divisionismo, el sectarismo y el oportunismo acérrimos, y, cada productor cultural se pelea con el resto por la obtención de canonjías, puestos, proyectos individuales, viajes y consultorías de interés personalista, etc.
Se observa, pues, en este gobierno de la presidenta Xiomara Castro, la continuación de la ausencia de espíritu comunitario en sus funcionarios, así como una politización extrema de la función pública.
Esperamos, con esperanza aún puesta en Libre, que los fiscales interinos al menos mientras no se logren consensos en el Congreso Nacional, no se politicen y hagan su labor de someter a juicio a los corruptos, tanto del gobierno pasado de los cachurecos como de todos los partidos políticos del presente.
Esperamos, asimismo, que en enero próximo sean aceptadas las renuncias de aquellos ministros y funcionarios públicos que no han dado el ancho en estos dos años de gobierno, y que, más bien, han demostrado una gran incapacidad y ambición desmedida de poder, al servir al amiguismo, el compadrazgo y el nepotismo actuales.
Urge que, en Honduras, las instituciones se fortalezcan en un solo y único fin de espíritu de comunidad en defensa de la justicia y contra el narcotráfico, el crimen organizado, las maras y pandillas, y todas las formas de impunidad, corrupción y violencia. ¡La nación se lo merece, el pueblo se lo merece, los hondureños lo esperan!