La filosofía del límite de Augusto Serrano López

Hablaré ahora un poco de mi experiencia con la ultraizquierda maoísta nacional e internacional en el Departamento de Filosofía de la UNAH. Recién graduada de la Universidad Humboldt de Berlín en 1988, justamente un año antes de la caída del muro, ingresé como profesora auxiliar III en dicho Departamento, dirigido por la agente ultraderechista del Frente Unido Democrático (FUD), Liliam Ferrera, señora que venía de “estudiar y sin título” de la Universidad de Costa Rica y a la cual el alumno Gustavo Zelaya Herrera le hizo la tesis. Ella, junto a Cayetana Álvarez de Bittner, Óscar Soriano, Arnold Torres y el ya fallecido, Matías Fúnez (miembro del Partido Comunista de Honduras), Vilma de Echeverría y su esposo costarricense, Carlos Echeverría (ambos militantes de la célula que dirigía mi padre en la UNAH), Xiomara Bú, junto a Julieta Gonzalina Castellanos y Leticia Salomón, intentaron por todos los  medios ponerme obstáculos e intrigas, bloquear mi trabajo académico y que no hiciera carrera en el Departamento de Filosofía. Todos ellos, junto a mis alumnos ultraizquierdistas, Juan Ramón Osorio, quien me dijo que “lo sabía todo de mí”, Óscar Flores y Manuel, quienes me dieron a entender que “si era buena pondrían mis libros de texto”; Claudio Perdomo, quien me habló “del órgano de Francis Bacon”, Rey Bautista que se rio de mi “teoría de la relatividad social”; Gabriel Galeano, quien me dijo “que no ponía mi texto de filosofía porque solo ganaba cincuenta lempiras en la venta”, Gustavo Zelaya Herrera, quien no recuerda ya haberme dicho que “la izquierda hondureña había tenido la intención de asesinar a un distinguido dirigente de sus propias filas para acelerar el proceso”; y el ya fallecido César Turcios, que me acosaba sexualmente por todo el campus de la Universidad, sabiendo que era casada, etc, etc.

El Departamento de Filosofía estaba dividido en multitud de grupúsculos que peleaban línea entre sí, al parecer al mando de la ultraizquierdista Gladys Lanza, miembro del Partido Comunista de Honduras. Como no me quise acostar con todos ellos me repudiaron y aislaron burlándose de mi dialéctica filosófica.

El Departamento de Filosofía en pleno se encontraba dirigido por el doctor de origen español y graduado en la Universidad Técnica de Berlín, Augusto Serrano López, hombre iracundo que perdía fácilmente los estribos, y el cual mantenía a todos los hondureños bajo su yugo ultraizquierdista impidiéndoles desarrollarse filosóficamente. Por eso decía que la filosofía no era una ciencia sino un discurso que trata de desarrollar una filosofía del límite o el Faktum (hechos prácticos) y que, en una reunión con todos los alumnos y docentes, me gritó: “Yo soy más marxista que tú”. Este ultraderechista del franquismo monarquista español nunca habló del compromiso de la filosofía con la resolución de los problemas concretos, más bien hablaba de la “composibilidad de Leibniz con sus mónadas cerradas y aisladas entre sí”. No me quise acostar con él, por lo que me tuvo celos profesionales y odio desde el principio. Sospechábamos que era agente del Opus Dei. Serrano tenía, además vínculos con los jesuitas en Honduras y creo que participó como autor intelectual de la conspiración contra mi persona.

Al llegar yo a ese nido de ratas alguien ya podía hablar con Serrano de tú a tú y, además en alemán, por lo que desarrollé la contratesis de que la filosofía sí es una ciencia, no se remite al marxismo y es, más bien, una filosofía no del límite sino de las posibilidades, especialmente de las posibilidades históricas. Serrano estaba casado con la alemana Edeltraut que trabajaba en el Departamento de Educación Física de la UNAH. Posteriormente, regresé a Alemania Federal para realizar mi doctorado en Sociología del Conocimiento, Filosofía y Política y asistí a clases con el profesor Karl Hahn, del Departamento de Política de la Universidad de Münster e íntimo amigo de Serrano, que se sorprendió de que yo no hablara en el seminario. Sólo lo estaba observando. Este profesor era conocido por aplazar a la mayoría de los estudiantes que se apuntaban con él para realizar exámenes.

Estando en Alemania, tuvo lugar la celebración de los quinientos años del “descubrimiento de América” por España, por lo que sentada en la biblioteca de Münster escribí mi primer libro, “La América Encubierta (1492-1992)” pensando que Serrano aprovecharía esa fecha para imponer su poderío imperial con mayor fuerza. El libro fue un bombazo en Honduras y marca, en realidad, dos acontecimientos históricos en el país: el inicio de la lucha organizada de los indígenas del COPINH con Berta Cáceres en 1993, y la independencia definitiva de Honduras de la Corona española. Aún estamos pidiendo perdón por esa horrible matanza de lesa humanidad.

Serrano se enojó mucho por ese libro y su único comentario fue que “no hay que confundir la crítica con el juicio”. El escritor hondureño Roberto Castillo, profesor del Departamento de Filosofía y gran amigo servil de Serrano evalúo con este último “muy concienzudamente” mi documentación para incorporar el Doctorado de Filosofía a la UNAH, y Serrano comentó que “sin haber cursado la materia de Estadística no se podía ser filósofo completo”. Al decirle yo que “cómo hacía él para tener una hija tan bonita” me contestó que “las hago a mano”. Era un típico español que se burlaba de todos y de todo, autoritario, poco serio y dominante, provenía de la Escuela de Gustavo Bueno y como consuelo por los inconvenientes con mi libro, recibió de la Embajada de España el premio Rey don Juan Carlos, igual que el liberal Gustavo Zelaya Herrera, quien nunca quiso posicionarse ante los cuestionamientos que yo hacía al sistema dependiente de Honduras en mis clases. Ahora todo esto ya es historia.

Vestigios del ultraizquierdismo salvadoreño en la UNAH quedan, y sus apellidos los delatan, en el actual jefe del Departamento de Filosofía, Mario Coto y el doctor Ramón Romero Cantarero, los cuales no han tomado muy en serio mi trabajo y de hecho, Romero se negó a incorporar el texto de mi padre que le envié para ser incluido junto a mi texto en la Colección de Pensamiento Crítico de CLACSO y terminó rechazando el texto de mi padre que versaba sobre la “Ética del Tiempo y de no perder el Tiempo”. Después hablaré de los historiadores de la UNAH.

El ultraizquierdismo maoísta religioso también echó raíces en mi familia paterna y materna. Hablaré primero de mi familia materna y dejaré el resto para próximos ensayos.

Mi primo militar Ronald Monterroso, casado con la olanchana y muy religiosa secretaria fundamentalista, Thezla Rubí, llegaron a mi casa tan pronto regresé para decirme algo que no comprendí en ese entonces. Me dijeron que me montarían “unas paralelas” y me preguntaron si sabía lo que era “el tiramisú y el salpicón” y que padecía de “parálisis infantil”. De hecho, su hija María Daniela padece de las secuelas de parálisis infantil porque sus padres ignorantes y ultra religiosos no la vacunaron a tiempo de bebé. Yo me extrañé por sus preguntas, pero ahora todo está más claro. Posteriormente, estos “primos” se negaron a prestarme su ayuda en el caso de mis hermanos discapacitados si yo muriera antes que ellos. Me dijeron simplemente que los discapacitados pertenecen a un asilo, aunque una vez Thezla dijo que “haría la caridad de traerles una pizza a mis hermanos”. Sospechamos que ambos son miembros de Opus Dei.

Hasta aquí el informe de hoy.

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Por Irma Becerra

Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.

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