La sociedad hondureña y sus políticos

Recientemente, vi en un canal nacional de televisión, un foro en el que tres analistas políticos y el moderador debatían sobre el tema: “El desencanto de la población hondureña con la clase política de Honduras”.

Uno de los analistas respondía con vehemencia a otro que había dicho que “en la actual sociedad existe o persiste una situación normal” y que “no debemos ser pesimistas ni apocalípticos a la hora de describir el panorama nacional y sus problemas que afronta nuestra sociedad”. En su vehemente respuesta el participante en cuestión rebatía afirmando que: “Tenemos en la actualidad una situación para nada normal sino de profunda crisis; con una sociedad sin esperanza o que ha perdido la esperanza y se encuentra muy desencantada de los partidos políticos y de todos los políticos en general”.

Hasta allí estamos de acuerdo con esta percepción, pero no con el argumento que continuaba aseverando el analista que terminaba por afirmar que: “La causa de esa desesperanza no hay que buscarla en los políticos porque éstos no son de Marte sino integrantes de esta sociedad que es la que realmente ha perdido los valores éticos, morales y espirituales. Son los políticos, por lo tanto, un reflejo de lo mal que anda la sociedad hondureña, compuesta por ciudadanos apáticos e indiferentes, que sólo desean emigrar de este país Honduras”.

Este argumento de que es la sociedad la que hace a sus individuos y, en consecuencia, a sus políticos, por lo que es la sociedad la verdadera culpable de la actitud corrupta de éstos porque la sociedad está corrompida y no es ética, aparentemente es correcto, por lo que nos vemos en el deber de explicar más dialécticamente la relación que se da entre individuos y sociedad para superar equívocos y erróneas creencias.

En primer lugar, debemos decir que hay una relación recíproca y dialéctica entre la sociedad y sus individuos en la que es la persona humana la que, como parte integrante, siempre tiene la primacía sobre el concepto de lo social y la sociedad vistos como un todo.

La sociedad como un todo o una totalidad global aparece, en tanto categoría ideal, como una abstracción ahistórica por encima de los individuos que la componen, y aparece determinándolos a éstos últimos de forma absoluta. En este sentido, pareciera que los individuos son como “la sociedad es o desea que sean” y como ésta “los moldea”.

Esa visión absolutista sociológica olvida que todas las categorías conceptuales son históricas porque las personas viven en sociedades concretas que han surgido, evolucionan y se desarrollan en la historia, y en las que encontramos relaciones sociales, económicas, políticas, culturales y humanas entre personas que se encuentran continuamente interactuando entre sí, y, de ese modo, construyen productivamente en la historia el conglomerado general “sociedad” estructurado por familias, grupos y clases sociales, élites sociales, estamentos y clanes, organizaciones, instituciones, Estados, naciones, continentes, etc. Todos ellos conforman a la sociedad en su conjunto, la que no simplemente determina lo que sus individuos son, sino que se encuentra, a su vez, determinada e influenciada por la forma en que sus individuos “se relacionan entre sí” o el modo en que éstos producen, transforman y reproducen su vida. Por esa acción individual que las personas realizan cotidianamente es que la sociedad se desenvuelve y cambia, porque si solo fuera ella la categoría determinante los individuos nunca podrían cambiar ni tampoco transformar “la sociedad” para mejor.

Por ello, la sociedad también es influenciada en su modo de ser por la forma en que las personas que la constituyen solucionan sus conflictos y problemas, y construyen o edifican su vida diaria en el presente histórico.

Desde esa perspectiva, la sociedad es lo que sus individuos desean ser, y no son los individuos simplemente lo que la sociedad desea que sean. Podemos decir entonces, que los políticos de una sociedad no “son simplemente lo que la sociedad ha hecho mecánicamente de ellos”, sino que son también y sobre todo lo que “ellos mismos han hecho de sí mismos y de la sociedad”. Por eso, los políticos y funcionarios corruptos, para el caso, no son meros instrumentos o resultados de toda una sociedad corrupta en sí misma, sino el producto de su propia acción electiva de corromperse e intentar corromper a la sociedad. Decir que los políticos son corruptos porque son el resultado de la corrupción de la sociedad, es quitarles la responsabilidad individual y personal a los políticos, una responsabilidad que tienen respecto a sus propias acciones, elecciones y decisiones individuales en su conducta, con las que han deteriorado la sociedad en la que viven y trabajan, y por cuyas acciones ilícitas deben ser castigados, llevados a juicio y a la cárcel ya que destruyen el todo social y la convivencia justa de los ciudadanos.

Los políticos corruptos son ante todo personas activas que han elegido relaciones corruptas antisociales contra la misma sociedad y que, con ello, han contribuido activamente con el deterioro, la falta de esperanza y el desencanto de la misma sociedad y sus integrantes por lo que merecen ser procesados y enviados a prisión con altas condenas.

En este sentido, nuestro argumento central es que no son los pueblos, las poblaciones o las sociedades las que son corruptas por antonomasia sino las élites políticas, empresariales, educativas, gubernamentales, policiales, militares y administrativas que dirigen el Estado, las que son más responsables y culpables de corromper y someter a las personas y a los ciudadanos a la impunidad y la indefensión que ello provoca en éstos.

Hemos dicho en ensayos anteriores que ningún gobierno en Honduras, de ningún partido político sea éste de derecha o izquierda, ha tenido un proyecto de nación y la valentía y la voluntad política de desarrollarlo. Un proyecto de nación, bajo cuyos principios filosóficos estratégicos poder gobernar con competencia, capacidad, eficacia, eficiencia y transparencia. Todos se han concentrado nada más en obtener y ejercer abusivamente el poder, sosteniendo y manteniendo estructuras políticas caducas de un familiarismo clientelar nepotista, dinástico y autoritario, que lejos de premiar el esfuerzo genuino por transformar la sociedad tradicionalista del capitalismo dependiente que ha surgido de dichas políticas altamente conservadoras, lo que premia es el acomodamiento de los políticos y su clientela a la dependencia económica y el subdesarrollo neoliberal extractivista anárquico, desordenado, asesino y violento, porque han hecho de esta dependencia económica un modo de vida proveniente del jugoso negocio con la corrupción, la inseguridad, la muerte y la violencia.

Ahora bien, como no podemos esperar que los políticos cambien para bien, ¿qué se puede hacer desde la ciudadanía activa para presionar a estos funcionarios públicos para que sirvan al pueblo sin lucrarse de sus puestos y cargos políticos?

Pues, convencernos de que sin presión interna y externa nada va a cambiar y los políticos seguirán acomodados al sistema del neocolonialismo extractivista que vende nuestros recursos naturales y asesina a nuestros defensores de los derechos humanos y el ambiente. Necesitamos, por ello, de la reactivación del movimiento de las antorchas tanto como de la CICIH y del tratado de extradición que la presidenta Xiomara Castro eliminó para que su cuñado, Carlos Zelaya Rosales alias “Carlón” no fuera juzgado en los Estados Unidos de América ni en Honduras.

Además de lo anterior, necesitamos un verdadero proceso de reformas revolucionarias que fundamenten filosófica y políticamente la refundación y el contenido económico social del socialismo democrático del que tanto habla el partido LIBRE, actualmente en el poder. Estos conceptos hasta ahora solamente han sido utilizados como copia de la refundación constitucional de Venezuela o como instrumentos de mera propaganda política para ganar adeptos.

Aspectos de una verdadera refundación revolucionaria socialista democrática que no sea solo un hacer mediático, podrían ser las siguientes medidas:

  1. No reducir las Fuerzas Armadas de Honduras a ser meros instrumentos militares de un solo partido político o régimen como ocurre en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
  2. Mandar, desde el Ministerio Público y la Corte Suprema de Justicia, a juicio y a prisión a todos los políticos y funcionarios del gobierno y de los gobiernos precedentes que han tenido y tienen nexos con el narcotráfico, aunque se trate de parientes, familiares o amigos de la presidenta Xiomara Castro como Carlos Zelaya Rosales y Adán Fúnez.
  3. Realizar, desde el Ministerio de Educación, una transformación educativa real y profunda que no se acomode ni conforme a los dictados con que USAID interviene en la formación docente de Honduras, entregando los paquetes de documentos educativos terminados solo para que los docentes los copien, memoricen y repitan, y no aprendan acerca de pensamiento crítico. O, acaso esto ¿no es injerencia también?
  4. Incentivar económicamente a los médicos hondureños para que trabajen en zonas remotas, garantizándoles su seguridad y bienestar, en lugar de traer al país a médicos cubanos a los que se les paga en divisas.
  5. Impulsar una verdadera refundación cultural desde un Ministerio de Cultura transparente, democrático y no sectario, que promocione una concepción profundamente hondureñista y morazánica para combatir frontalmente la alienación desvalorizante de los hondureños y de lo hondureño y la hondureñidad que hace que los ciudadanos renieguen de su cultura y de su país.
  6. Combatir frontalmente el nepotismo, el racismo y la persecución policial de las etnias, los defensores del ambiente y de los derechos humanos, así como también combatir la explotación, la discriminación, la pobreza y la falta de empleo, vivienda y medicinas en el país, desarrollando una política social integral y no solamente asistencialista.
  7. Proteger y fortalecer a los emprendedores hondureños y a las mujeres creando seguridad ciudadana y no solo militar, contra la extorsión, el asesinato, el femicidio y el sicariato de que son víctimas.
  8. Fortaleciendo la presión ciudadana interna contra la corrupción y la impunidad, la injusticia y la inseguridad, permitiendo a la ciudadanía una participación no instrumentalizada ideológicamente, para que todos los ciudadanos se sientan partícipes del combate frontal al desmantelamiento del Estado de Derecho. Y permitiendo lo más pronto posible un medio de presión externo como es la CICIH.
  9. Luchando contra todo tipo de imperialismo sea este norteamericano, ruso o chino.
  10. Permitiendo sugerencias y planificaciones desde una postura no sectaria de tolerancia democrática innovativa y cambio de prospectiva refundacional.

El tiempo apremia. La sociedad hondureña está esperando respuestas y soluciones. El reto es enorme, pero puede lograrse con la ayuda de los mismos ciudadanos si los dejamos pensar, debatir, crear, formarse, y no los perseguimos o reprimimos. Y tendremos que actuar porque el recién electo presidente norteamericano Donald Trump ha ganado las elecciones del 4 de noviembre de 2024, según demuestran las estadísticas, con la ayuda nada menos que de los hombres latinos que han votado, en su gran mayoría por él, lo que nos hace pensar que hay una gran tarea por transformar nuestras propias sociedades latinoamericanas de las cuales la sociedad hondureña no es una excepción.

Por Irma Becerra

Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.