Otra sobre inteligencia moral

 

Por Róger Martínez

Hace un par de años, en noviembre de 2022, para ser más exacto, publiqué una columna en la que reflexionaba sobre cómo los tiempos recios en los que hoy vivimos exigen, más que capacidad intelectual o inteligencia emocional, inteligencia moral. Esa competencia que nos permite distinguir con meridiana claridad lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso, lo real de lo aparente.

¿Y, por qué escribir de nuevo sobre este tema? Pues, simple y sencillamente porque cuando observo con cierta detención el entorno, cuando leo o veo las noticias, cuando examino la conducta de muchos de los protagonistas de la vida pública local e internacional, concluyo que la cosa ha ido a peor. Cada vez pensamos menos, cada vez mentimos con mayor facilidad, cada vez damos prioridad a las ideologías por sobre la verdad. Y, esto, definitivamente, no está nada bien.

Veo, por ejemplo, la importancia insólita que hoy se da a los sentimientos; el desprecio a la realidad, a la que se sobrepone la percepción; el rechazo al esfuerzo, al sacrificio, a la renuncia. Y esta es apenas una brevísima enumeración.

Una situación seria y delicado que subyace en este desolador panorama es la falta de formación de la conciencia de las personas, o la prevalencia de unas formas de conciencia erróneas o, por lo menos, perplejas, porque carecen de los elementos indispensables para juzgar adecuadamente la realidad.  A la hora de tomar decisiones, a la hora de elegir entre la honestidad o la trampa, entre la veracidad o el disimulo, el criterio que se elige es la conveniencia personal, la comodidad, el provecho propio.

Si la conciencia es la inteligencia que nos indica cuando una conducta es ética o no; cuando estamos optando por las virtudes o por los vicios, su formación es indispensable para que funcione y actúe correctamente. Pero si preferimos sentir a pensar, si huimos del esfuerzo que requiere la deliberación intelectual, es imposible tener una conciencia bien formada y que advierta a tiempo cómo debemos proceder.

La inteligencia moral nos lleva a escoger la conducta ética por sobre la conveniencia personal, a estar dispuestos a renunciar, y a denunciar, a todo aquello que implique daño objetivo para los demás, a evitar el descaro de faltar a la verdad con tal de lograr cualquier tipo de ventaja individual.

Y por lo anterior, cada vez que considere conveniente y necesario voy a enviar estos recordatorios. Hay listos que son auténticos delincuentes; gente simpática experta en manipulación, y de ahí, que haga falta  personas que formen bien su conciencia y actúen según lo que ella les mande.

El autor del Texto, Róger Martínez

 

 

Por Irma Becerra

Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *