¿Qué es Panamá?

En 1997, el filósofo panameño, Diego Domínguez Caballero, en su ensayo titulado: “Lo panameño, motivo y sentido de su investigación”, publicado en el compendio de “Ética de Nuestro Tiempo”, escribía, inicialmente, que “se ha insistido por parte de propios y extraños, que no somos realmente una nación: tenemos influencias y factores que tienden a desvanecer nuestro concepto de nacionalidad. Para que el ser de una determinada comunidad humana pueda existir, se ha dicho y por pensadores de prestigio, es menester que esta comunidad esté estructurada por un mismo idioma, un territorio acotado, una misma economía y una cultura idéntica. La ausencia de cualquiera de estos factores hiere terriblemente la condición del ser nacional. De acuerdo con esta afirmación los panameños estamos heridos de muerte. Más aún, lo admitimos, desde el momento exacto en que proclamamos nuestra independencia se nos incrustó, en nuestro corazón, la espina extranjera; y, por este hecho, se pretende negar nuestra soberanía , base imprescindible de la nacionalidad. Y, en realidad, pareciera que los panameños todo lo tenemos en nuestra contra. Pero, a pesar de este hado adverso, insistimos que es, precisa y exactamente, en esta lucha agónica por existir, donde encontramos la característica más cierta del ser panameño […] Es mucho lo que ha estado en contra nuestra: desconocimiento, incomprensiones y embates. Y, a pesar de todo ello, insistimos, de manera tozuda y terca. Y en esta tozudez y en esta terquedad está nuestra más firme esperanza. Hemos sufrido las pruebas más terribles que pueblo alguno haya sufrido en su ser nacional. Nada ha logrado convencernos de que no somos. Nosotros somos, lo afirmamos rotundamente a la faz de América y del mundo” (Págs. 25-26).

Hemos pasado con mi esposo unos días en Panamá en esta  Semana Santa, junto a nuestra familia hondureño-panameña, y hemos podido constatar las palabras anteriores y ver el desarrollo del sano orgullo nacional de los panameños una vez que rescataron el control del Canal de Panamá y, prácticamente, de más de la mitad de la capital ocupada por los norteamericanos. Es, a partir del 31 de diciembre de 1999 con el Tratado entre Jimmy Carter y el General Omar Torrijos, que Panamá recuperó su dignidad territorial y nacional, algo que se ve amenazado hoy de nuevo con la dictadura de Donald Trump. Pero, sabemos que los panameños, insistirán tozuda y tercamente por ser ellos mismos en tanto cultura y nación soberana.

Hemos conocido un pueblo atento, afable, generoso, amable y cálido, especialmente con los turistas extranjeros o de otros países. Los familiares nuestros se han esforzado mucho por darnos una cálida bienvenida y han hecho todo lo posible por hacer que nuestra estadía solo nos deje buenos recuerdos, algo que les agradecemos mucho. Ahora bien, ¿qué aprendimos de esta estadía y esta visita?

En primer lugar, que es importante quitarnos nuestros miedos de conocer otras culturas o de sentirnos inferiores como hondureños visitantes de otros países. Aprendimos también que nada es perfecto, ni las relaciones humanas, ni los individuos, ni las culturas, ni los países, ni las relaciones humanas y que siempre podemos mejorar y transformar relacionalmente nuestro entorno familiar y general. Se trata de aprender mutuamente a relacionarnos sin competir, sin medir fuerzas, sin ego, pero con sano orgullo, con inteligencia positiva, siendo sencillos, sinceros, auténticos y amables unos con otros. En este sentido, este maravilloso viaje ha confirmado mi teoría acerca de la posibilidad de los seres humanos de entenderse y comprenderse mejor, a pesar de tener diferentes nacionalidades, profesiones, experiencias de vida, edad, género, estatus económico, etc. Doy gracias por ello.

¿Qué toca por seguir aprendiendo y mejorando? Que las familias deben hablar con confianza mutua de sus problemas, sus sentimientos, sus emociones, sus anhelos, sus sueños, sus ideales, sin temor a ser juzgados o criticados por alguno de sus miembros. Toca aprender que las parejas deben cuidarse mutuamente porque si mi pareja no me cuida, algo está funcionando mal en la relación, y eso podría llevar a su fin. Que las personas con trastorno de personalidad narcisista que desean tener todo el control sobre sus allegados y amigos, pueden ser tratadas de su enfermedad de forma relacional, cariñosa y comprensiva, y superar la fobia social que les hace creer que si no manipulan a los demás, no son valiosas o capaces. Qué debemos conversar y leer muchos libros para, como dice el siquiatra español, Mario Alonso Puig, “encontrar apoyo, fuerza e inspiración en palabras que transforman”. Y, que, además, decir “no” a algo no es solo rechazar algo, sino que es abrir espacio para lo que realmente quieres”.

Aprendimos, además, que ser pequeño de estatura física o frágil o estar enfermo, siendo hombre o mujer, no es algo vergonzoso porque podemos ser gigantes desde el corazón y la mente ya que la verdadera fuerza reside en la autenticidad, la inteligencia y el espíritu de las personas que se alegran de conocerse para relacionarse mejor. Se trata, como señala también el filósofo anterior de “captar cómo está estructurado esto que llamamos realidad panameña para, luego, en la búsqueda de nuestra autenticidad, enfrentarla a la realidad de verdad en su sentido trascendental y esencial. Tomar lo vivencial en su aspecto más puro e intentar su descripción. Lo panameño no es algo hecho y acabado de una vez por todas, como un objeto real. Lo panameño es algo que deviene, que está en el proceso de hacerse. Y, es, asimismo, ya lo explicamos, el sedimento de nuestro hacer histórico” (Pág. 39).

La palabra “Panamá” significa “abundancia de peces y mariposas”; también es el nombre de un árbol llamado panamá que usaban los aborígenes para hacer reuniones; y, también, surge de la frase panna mai de la lengua indígena cuna y que significa “más allá”. Todos estos significados los hemos vivido en nuestro viaje con nuestra familia panameño-hondureña, pues hemos visto peces y mariposas, nos hemos reunido afablemente para conversar y hemos ido más allá de un simple encuentro superficial hacia la creación de un vínculo fraterno espiritual y firme de verdadera amistad, resistencia y rebeldía civil y racional. Muchas gracias por ello. Esperamos volver pronto para conocer y comprender mejor tan bello país de tan hermosa gente.

Por Irma Becerra

Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.

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