En el 2014, el periódico alemán Süddeutsche Zeitung publicó un ensayo del filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, titulado “¿Por qué la revolución ya no es posible?”, en el que este daba un sinnúmero de argumentos para la imposibilidad y vigencia actuales de la revolución mundial, en abierto debate con el filósofo italiano, Antonio Negri, quien, a su vez, opinaba lo opuesto.
Vamos a adentrarnos en los argumentos de Chul Han para analizarlos detenidamente y fundamentar nuestra convicción teórica y práctica acerca de la tesis opuesta: la vigencia actual de la revolución mundial o el hecho de que, en la actualidad, y debido a los mismos argumentos del filósofo surcoreano, la revolución está más vigente que nunca.
En primer lugar, Chul Han argumenta que “el poder de preservación del sistema no es represivo como en la sociedad capitalista industrial, sino seductor” lo que haría que se elimine ya toda forma de resistencia hacia el sistema capitalista neoliberal: “En la sociedad disciplinaria e industrial, el poder de preservación del sistema era represivo. Los trabajadores de las fábricas fueron brutalmente explotados por los dueños de las fábricas. Tal explotación violenta del trabajo de otros implicaba actos de protesta y resistencia. Allí, fue posible que una revolución derribara las relaciones permanentes de producción. En ese sistema de represión, tanto los opresores como los oprimidos eran visibles. Había un oponente concreto, un enemigo visible, y uno podía ofrecer resistencia.
El sistema de dominación neoliberal tiene una estructura completamente diferente. Ahora, el poder de preservación del sistema ya no funciona a través de la represión, sino a través de la seducción, es decir, nos lleva por mal camino. Ya no es visible, como fue el caso bajo el régimen de la disciplina. Ahora, ya no es un oponente concreto, ningún enemigo suprime la libertad que uno pueda resistir. El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en un contratista libre, un empresario de sí mismo. Hoy, todos son trabajadores auto explotadores en su propia empresa. Cada individuo es maestro y esclavo en uno. Esto también significa que la lucha de clases se ha convertido en una lucha interna con uno mismo. Hoy, cualquiera que no tenga éxito se culpa a sí mismo y se siente avergonzado. La gente se ve a sí misma, no a la sociedad, como el problema” (Byung Chul Han by Bloghemia – 3 de noviembre, 2019, págs. 2-3. El subrayado es nuestro).
Encontramos esta descripción realista de la sociedad del capitalismo neoliberal sumamente importante, porque nos advierte acerca de las formas sutiles en las que se ejerce el poder económico con la finalidad de manipular las conciencias de los individuos y los ciudadanos que viven en los países tanto del capitalismo industrializado como del capitalismo dependiente. Sólo que diferimos de Chul Han, en el hecho de que no es cierto que la represión haya desparecido de las finalidades y objetivos políticos estratégicos del neoliberalismo porque esta continúa manifestándose abiertamente, sobre todo en los países subdesarrollados, donde la violación de los derechos humanos, especialmente los derechos ambientales de las personas se ven continuamente violados y se asesina a mansalva a los líderes opositores al sistema neoliberal extractivista libertario. Estos hechos de violencia represiva contra los obreros, las minorías de géneros diversos, las mujeres, las etnias, etc., se ven claramente en países como en Honduras y la Argentina del presidente libertario, Javier Milei.
No obstante, sí le damos la razón a Chul Han, en su denuncia de que en la actualidad las personas excluidas del sistema económico, especialmente capitalista neoliberal libertario, no culpan a la sociedad neoliberal, sino a sí mismas de su falta de “éxito” o de su pobreza financiera, y arremeten contra sí mismas, porque el sistema en cuestión las tilda de “incapaces”, “ignorantes”, o simplemente de carecer de la “agudeza mental” suficiente para ser “eficaz económicamente hablando”. Sencillamente reina la ley del “más fuerte” en la selva neoliberal, y eso lo sienten y viven las personas en todo el planeta, especialmente en las sociedades descolonizadas.
El segundo argumento del filósofo surcoreano residente en Alemania es que, en la actualidad, “el sujeto subyugado ni siquiera es consciente de su subyugación”: “Cualquier poder disciplinario que gaste esfuerzos para forzar a los seres humanos a entrar en una camisa de fuerza de mandamientos y prohibiciones resulta insuficiente. Es significativamente más eficiente asegurar que las personas se subordinen a la dominación por sí mismas. La eficacia que define el sistema hoy en día se debe al hecho de que, en lugar de operar a través de la prohibición y la privación, su objetivo es complacer y cumplir. En lugar de hacer que las personas cumplan, se esfuerza por hacerlas dependientes” (Ídem, pág. 3. El subrayado es nuestro).
Y, continúa Chul Han: “Es importante distinguir entre el poder que postula y el poder que preserva. Hoy, el poder que mantiene el sistema asume una apariencia “inteligente” y amigable. Al hacerlo, se vuelve invisible e inexpugnable. El sujeto subyugado ni siquiera reconoce que ha sido subyugado. El sujeto piensa que es libre. Este modo de dominación neutraliza la resistencia con bastante eficacia. La dominación que reprime y ataca la libertad no es estable. El régimen neoliberal se muestra estable al inmunizarse contra toda resistencia, porque hace uso de la libertad en lugar de reprimirla. Suprimir la libertad rápidamente provoca resistencia: explotar la libertad no” (Ídem, pág. 3. El subrayado es nuestro).
Por eso señala Chul Han que la tasa de suicidios ha aumentado en todo el mundo, especialmente en Corea del Sur, ya que “las personas ejercen violencia sobre sí mismas en lugar de buscar cambiar la sociedad. La agresión dirigida hacia afuera, que implicaría la revolución, ha dado lugar a la agresión dirigida hacia adentro, contra uno mismo” (Ídem, pág. 4. Hemos subrayado el original).
En este argumento, le damos la razón al filósofo surcoreano acerca de que las personas han sido manipuladas para la dependencia, especialmente del consumo extremo, y se les han inyectado así ansias de una aparente libertad que es explotada al máximo como ilusión de bienestar y felicidad supremas, ante esa explotación de la libertad que no es suprimida sino vanagloriada, la persona dirige su agresión hacia sí misma y no ejerce resistencia, si no obtiene lo que quiere, es decir, el “éxito competitivo de la eficacia económica y el consumo desmedido”. La revolución se ve, de ese modo, fuertemente horadada, porque ya no tiene un “enemigo definido” contra el que dirigirse.
No obstante lo anterior, creemos que precisamente ante dicha subyugación de la libertad que ejerce el poder, aún represivo, del neoliberalismo es que la revolución aún posee grandes posibilidades de realización “por sí misma” y “desde el interior o desde adentro de las mismas personas”, las cuales, luego de depresiones y crisis por agobio, agotamiento, cansancio, desencanto y desilusión, logran, pese a todo, identificar a los nuevos enemigos de la sociedad abierta y volverse más conscientes que en épocas históricas anteriores, y comprenden que la sociedad neoliberal es una sociedad cerrada de callejones sin salida, que somete a las personas a la única opción de la muerte, el culto a la muerte y la oscuridad, la violencia y la impunidad, y les roba toda iniciativa de libertad positiva, hundiéndolas en la única alternativa de la libertad negativa de uno mismo.
La conciencia alienada a la que conduce el capitalismo neoliberal libertario nos hace pensar, y este es el tercer argumento de Chul Han, de que “la economía compartida conduce a la comercialización total de la vida”. Sobre esto señala: “La ideología de “comunidad” o “bienes comunes de colaboración” conduce a la capitalización total de la existencia. Hace que sea imposible ser amigable sin propósito. En una sociedad de retroalimentación mutua y continua, la amistad también se comercializa. Las personas son amigables para obtener mejores calificaciones. La lógica dura del capitalismo prevalece incluso en el corazón de la economía colaborativa. Por agradable que sea compartir, nadie regala nada gratis. El capitalismo alcanza su plenitud cuando vende el comunismo como una mercancía. El comunismo como mercancía marca el fin de la revolución” (Ídem, pág.5. Hemos subrayado el original).
De ese modo, según Chul Han, el capitalismo neoliberal libertario ha comercializado y capitalizado toda la vida, incluso la vida en común de las comunidades, el espíritu comunitario, puesto que ya no es posible la “amabilidad desinteresada” y los sentimientos de verdadera sinceridad, fidelidad y autenticidad que dirigen una sociedad compartida. En esto no le damos la razón al filósofo surcoreano, porque pareciera que él ya se ha resignado a no encontrar personas sinceras y amables verdaderamente en el mundo, y niega que dichas personas existan, ya que, según él, todo lo ha desintegrado y lo ha engullido el capitalismo actual por lo que la revolución no es posible porque el comunismo se ha convertido igualmente en una mercancía total.
Encontramos falso este argumento totalitario, porque puede que en las sociedades industrializadas, y eso también es dudoso, ya no haya personas sinceras, amables y auténticas desinteresadamente, pero sí las hay por millones en los países del mal llamado Tercer Mundo, en los que las personas se enfrentan a diario a la contaminación ambiental, los incendios forestales reales y no inventados, el crimen organizado violento y depravado, el narcotráfico exterminador y perverso, el desempleo masivo, la privatización de los servicios públicos, la falta de agua y alimentos, la inflación o aumento y encarecimiento constante de los precios de los productos básicos, el detrimento y desvalorización de las profesiones más sociales como la docencia, la enfermería, el trabajo social, así como la negación y destrucción de los bienes comunes de las comunidades indígenas, las cuales viven momentos amargos de lucha incesante en la defensa de dichos bienes, enfrentándose continuamente a las amenazas de asesinato de los terratenientes, latifundistas, militares y empresarios corruptos, etc., etc.
Creemos pues, que la revolución, lejos de haber desaparecido de la historia, está más vigente que nunca, como un proceso lento y prudente de levantamiento de las poblaciones en resistencia civil ante tanta militarización de la sociedad y la economía para fines represivos, violencia, pobreza, desigualdad, crecimiento de las mafias mundiales, guerras, cambio climático, en fin, un sinnúmero de calamidades y enemigos muy visibles, que lo que se anuncia realmente no es el fin de la revolución sino el final del capitalismo neoliberal libertario como sistema injusto e inhumano que no protege sino que destruye a la humanidad.
¡Vivan los mártires de la Revolución Mundial! ¡Patria y Vida! ¡Venceremos!