Por Alex Palencia
La izquierda hondureña desde hace mucho tiempo se ha vuelto una estructura política obsoleta, desde sus inicios a principios del siglo XX, esta fue poco estudiosa de los grandes y profundos problemas históricos de la nación, aun así ha aportado ideas y argumentos más coherentes que la derecha cachureca pseudonacionalista y pseudoliberal, estos son quienes se han dedicado en el tiempo a mantener un status quo que beneficia una minoría parasitaria coludida a los intereses norteamericanos en la región. La izquierda nuestra, lejos de generar pensamiento y contradecir a esa derecha ultra religiosa y arcaica y buscar soluciones a los problemas históricos, se dedicó a reproducir el pensamiento de otras realidades alejadas de las nuestras, y a replicar una cultura impuesta desde el pensamiento colonizador judeocristiano, sin darse cuenta que una cosa es adoptar el método de interpretación filosófica científica del marxismo dialéctico y otra creer que nuestra revolución será igual a la revolución rusa, la china o a la cubana. Y si bien es cierto que la explotación del hombre por el hombre se da de igual manera en todas partes del planeta Tierra, esta tiene muchas formas y maneras de manifestarse, al igual que los mecanismos de control de la clase hegemónica sobre esas otras clases explotadas.
La izquierda hondureña se desgastó en el análisis desde las relaciones de producción patrono laborales olvidándose que no solo de pan vive el ser humano, y que si bien es cierto Lenin y Mao hablaron de similares problemas, ellos plantearon diferentes soluciones a sus pueblos. La Revolución Cultural de Mao no es la revolución de los bolcheviques. Además, nuestra izquierda fue indiferente a otros movimientos de emancipación que se dieron en el mundo, procesos que de alguna manera nos enseñan formas de luchas y de comportamientos colectivos diferentes a otros procesos revolucionarios.
La izquierda nuestra nunca conoció, por ejemplo, las revueltas juveniles de los años 60 del siglo pasado en Estados Unidos y Europa. Movimientos muy interesantes que plantearon ideas que al final de una u otra forma han influenciado el mundo moderno occidental: la lucha por los derechos étnicos y raciales, derechos de las mujeres, derechos de la diversidad sexual, mirar hacia el campo como forma de vida, regresar si se quiere a formas primitivas de convivencia como el trueque, lucha antibélica, etc. Fueron parte de las demandas de las revueltas juveniles tal como se conoce a los movimientos de jóvenes en los años 60 en esos países.
Otro movimiento contracultural importante fue el de los hippies, los que no solo se opusieron o criticaron los parámetros de la cultura impuestos desde la clase hegemónica dominante, sino que propusieron nuevas formas de comportamientos, valores éticos y morales, formas de vestir, llevar el pelo, de conceptos sobre la familia, expresiones artísticas culturales, concepciones religiosas y nuevas cosmovisiones, y, quienes escapando del sistema dentro del sistema, realizaron acciones radicales en esa nueva concepción del ser humano por alcanzar mejores condiciones de convivencia basadas en una nueva forma de sentir y percibir la vida lejos del sistema consumista y guerrerista capitalista.
El movimiento estudiantil de la época inspirado por Karl Marx, Marshall McLuhan, Herbert Marcuse, Guy Debord, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Erich Fromm y Hannah Arendt, hacen pronunciamientos que estremecen toda la tradición de la izquierda, tanto en Estados Unidos como en Francia y toda Europa. Estudiantes que proponían una nueva izquierda en ambos continentes alejada de los vicios y prejuicios en que había caído después del desaparecimiento de Lenin en la Unión de Países Socialistas Soviéticos.
Al respecto señalan: “El sistema educativo capitalista intenta adiestrarnos a través de dos premisas que no podemos aceptar. La primera es que los conocimientos que se imparten son fragmentados, con el fin de que carezcamos de una visión global del mundo y la sociedad, y solamente tengamos una visión parcial y arbitraria: es más fácil esclavizar a gentes mutiladas e ignorantes que a gentes enteras y concienciadas, pues la rebelión nace del conocimiento amplio y cabal. La segunda estratagema del sistema es inculcarnos que la sociedad en que vivimos, la capitalista y consumista, es la sociedad natural, y por tanto no se la puede cambiar ni combatir, pues es eterna: nosotros decimos que también en la Edad Media se sostenía que la sociedad era inmodificable, pues era, decían los poderes, divina”.
Y en un pronunciamiento de los estudiantes franceses leemos: “Supresión de la pedagogía autoritaria y fragmentada; supresión de las cárceles y los manicomios, centros de exterminio lento del sistema; disolución de la familia y amor libre; guerra contra la guerra, contra cualquier guerra, y disolución de los ejércitos; fin del trabajo explotador y alienante; cierre de las fábricas de armamento; igualdad de derechos para todos, sin discriminación de sexo ni de raza…”.
A su vez, Herbert Marcuse señaló: “Los poderes no entenderán en Estados Unidos, ni en Europa la naturaleza de las rebeliones de los jóvenes que están teniendo lugar. No se trata de revueltas de pobres mandadas por los estómagos vacíos. No. Los estudiantes no se están revolviendo contra una sociedad dominada por la pobreza, tampoco se proponen como alternativa nada que se parezca al modelo soviético. Ellos se están manifestando contra una sociedad rica, muy rica, tanto en Estados Unidos como en Europa, a pesar de los guetos de pobreza que existen. Se trata de rebeliones movidas por el cerebro de jóvenes de ambos sexos cuyo problema no es comer. Ellos han subido un peldaño en la escala de las rebeliones, luchan contra la ostentación y el despilfarro, contra el consumismo, contra el autoritarismo, contra la mediocridad, contra una enseñanza caducada, contra la discriminación sexual y racial, contra toda forma de poder, contra la mediocridad, el conformismo y la opulencia neocapitalistas, contra el trabajo embrutecedor del capitalismo, contra las guerras, contra la explotación del Tercer Mundo. Es una protesta generosa, un fenómeno enteramente nuevo que, mucho me temo, ni los poderes establecidos ni las clases dominantes podrán entender, aunque muchos de sus hijos son protagonistas de la rebelión. Están incapacitados para ello”.
Más allá de eso, nuestra izquierda nunca conoció el manifiesto de Port Huron de los estudiantes de la Students for a Democratic Society, quienes a través de este documento hacen un duro cuestionamiento a la sociedad norteamericana y al comportamiento de la izquierda en ese país y estos después de dos años de discusiones plantean una nueva izquierda alejada de los vicios y comportamiento de la vieja izquierda. Allí leemos en un fragmento del manifiesto de Port Huron lo siguiente:
“a. Cualquier nueva izquierda en los Estados Unidos debe ser, en gran medida, una izquierda con habilidades intelectuales reales, comprometida con la deliberación, honestidad y la reflexión como herramientas de trabajo. La universidad permite que la vida política esté adjunta a la vida académica, y permite también que la acción esté fundamentada por la razón. b. Una nueva izquierda debe estar distribuida en roles sociales significativos a lo ancho del país. Las universidades están distribuidas en dicha manera. c. Una nueva izquierda debe estar compuesta de gente joven que maduró en el mundo de la posguerra, y debe ser dirigida, parcialmente, por gente joven. La universidad, es un punto obvio de partida […]”.
En las Honduras nunca se ha replanteado la construcción de una nueva izquierda renovada y con nuevos brillos que enfrente los problemas históricos de la nación, y que viendo hacía las entrañas de nuestra historia, por supuesto, no subestime, desprecie y soslaye las realidades de otras regiones.
Este nuevo proceso debe pasar, según nuestro criterio, por un proceso de diálogos intergeneracionales en donde se transite por la visión de la conducta personal y colectiva de sus miembros y en donde ambas partes escuchen bajo deliberaciones pedagógicas que impliquen el reconocimiento de la alteridad. Sin que los jóvenes piensen que ellos han descubierto el hoyo de la dona o el agua hervida y que los viejos puedan reconocer que con el ejemplo que predican están también enseñando costumbres, valores, juicios, prejuicios y vicios; y que reconozcan que esa nueva izquierda con esos vicios y prejuicios, lo que hará, precisamente, es lo que la vieja izquierda ha hecho por años. Además, qué si lo que hicieron hubiese sido lo correcto, diferente y más adecuado a las circunstancias otras fueran nuestras infames realidades.
La verdad es que la vieja izquierda de algún modo en las Honduras se ha coludido con el nefasto y anacrónico cachurequismo neocolonial, para reproducir un sistema cultural pernicioso impuesto desde la cultura judeocristiana como estructura social hegemónica, y que está sin tener conciencia de ello, es decir la izquierda a través de esa conducta cachureca ha perdido la continuidad generacional. En otras palabras, los jóvenes actualmente no se hayan identificados con esa manera de pensar de nuestra izquierda ideológica. Los jóvenes, aun sabiendo que viven en condiciones adversas para su pleno desarrollo como seres humanos, buscan un Estado de Bienestar para todas y todos, y no reconocen ese camino que recorrieron sus antecesores revolucionarios. Definitivamente, lo afirmamos: nuestras nuevas generaciones son altamente anticachurecas por nacimiento. Y ven de algún modo a esta vieja izquierda anticachureca políticamente, pero ultracachureca culturalmente. Una contradicción harto manifiesta en toda su conducta de vida, ética, moral y religiosa.
Estamos conscientes que la nueva izquierda hondureña, en la actualidad, ni siquiera es un concepto o planteamiento en ambos lados generacionales. Pero es urgente que éste surja o aparezca como una propuesta propositiva en las estrategias de lucha para revertir la funesta realidad en la cual pernotamos.
Villa de San Miguel de Real de Minas de las Heredias.
30 de Junio del 2018
El autor del artículo, el músico Alex Palencia, viceministro de Cultura, Artes y Patrimonio de los Pueblos de Honduras. A pesar de que el ensayo fue escrito en el 2018, no ha perdido vigencia sino más bien ha ganado en actualidad crítica del momento político que vivimos en nuestro país.