En mi experiencia de vida he podido constatar que una de las fuerzas negativas más destructoras y acuciantes del alma humana es la envidia, especialmente expresada y cultivada por los mediocres. Ésta no deja en paz el alma porque el envidioso no solamente anhela lo que la otra persona tiene, sino que, al mismo tiempo, desea estar en su lugar y posición para que el otro no tenga lo mismo. Desea, pues, negarle a la otra persona lo que esta tiene, porque considera que no tiene derecho a ello o no se lo merece, ya sea esto inteligencia, éxito, riqueza, belleza, talento, suerte, oportunidades, etc. En este sentido, el envidioso sufre porque posee un agudo complejo de inferioridad con relación a la persona que envidia, y no le confiere a ésta las capacidades y los poderes y dones que observa que existen en ella. El envidioso o la envidiosa tampoco respetan e intentan manipular de manera narcisista los sentimientos y las emociones de sus envidiados.
¿Pero, qué podemos hacer para vencer a los envidiosos y evitarlos dándoles una buena lección de aprendizaje? Sencillamente, no siendo como ellos y cultivando el pensamiento crítico.
Justamente, para hacerles frente es que está a mano la herramienta del pensamiento crítico que fomenta el cuestionamiento, el análisis de la vida cotidiana y la toma de decisiones correctas por parte de las personas, en la familia y en el aula por igual.
Como señala, Ricardo Parada: “Pensar es un acto intrínseco del ser humano, sin embargo, no siempre se lleva a cabo con la calidad deseada, pues, no todos los pensamientos cotidianos implican un ejercicio de razonamiento crítico; sin embargo, este juega un rol crucial cuando se requiere entender y evaluar situaciones complejas. La relevancia de pensar críticamente no solo radica en la generación de opiniones con fundamento, sino también en su poder para abordar y solucionar dificultades de múltiples contextos” (Parada, 9 de enero, 2024, pág. 8).
El abordaje del pensamiento crítico en defensa de la verdad en la historia, las evidencias y los relatos testimoniales que puede ser entrenado y cultivado, es crucial y necesario a la hora de exigir resarcimiento a las víctimas de la envidia en el mundo. Por eso, agrega Parada: “Es decir, el pensamiento crítico es más que una mera función mental; es una herramienta poderosa y necesaria que, cuando se educa y perfecciona, beneficia tanto a individuos como a colectividades. Su relevancia en la era moderna es indiscutible y, al mismo tiempo, representa una promesa hacia una sociedad más consciente y analítica” que se sabe defender (Ídem, pág. 11).
El pensamiento crítico nos ayuda a tomar conciencia de nuestros errores y a corregirlos y superarlos para que no se pierda la belleza de nuestra alma y nuestro cuerpo. Como señala, Marco Aurelio en su meditación 24: “Un rostro que refleja odio es muy contrario a la naturaleza. Cuando los arrebatos se repiten con frecuencia, la belleza del rostro muere y termina por extinguirse, pues pierde su poder de iluminación. Intenta comprender que esto es contrario a la razón. Porque, si se pierde la conciencia del error, ¿qué motivo queda para vivir?”.
Y, en su meditación 2, leemos la siguiente sentencia: “Todo tiene su gracia, solo hay que saber ver: las grietas del pan cocido lo hacen más apetitoso; los higos se abren cuando están bien maduros; las aceitunas que maduran en los olivos, próximas a pudrirse, tienen una singular belleza. Así, examinadas aisladamente, carecen de belleza las espigas dobladas, la melena del león, la espuma en la boca de los jabalíes y tantas otras cosas. Pero se vuelven bellas y atractivas viendo su lugar en los procesos naturales. Todo tiene encanto para quien, con sensibilidad e inteligencia, puede captar el conjunto. Verá con tanto gusto las reales fauces de las fieras como su reproducción por los mejores artistas. Incluso en los viejos encontrará fresca perfección y un amable encanto en los niños. Y otras muchas cosas que nunca verá un ignorante”.
Más que odiar se trata de olvidar y de no imitar a los que nos han hecho mucho daño, porque el olvido, la autodirección y la autoprotección son fuerzas positivas que se unen a la concretización inequívoca de la verdadera amistad que siempre sigue y aconseja el recto camino de la virtud y no niega las cualidades del amigo o la amiga a los que se ama. Por eso, Marco Aurelio nos dice en su meditación 48, que: “Cuando quieras alegrar tu corazón piensa por ejemplo en las virtudes de tus compañeros: el dinamismo de uno, la modestia de otro, la generosidad de un tercero, y de otro cualquier otra cualidad. Nada nos proporciona tanta alegría como los ejemplos de virtud cuando se manifiestan en el carácter de nuestros compañeros y tan agrupados como sea posible. Por eso es necesario que las guardes constantemente a mano”.