¡Agradecemos, primero, al padre celestial, por enviarnos la fuerza y energía del espíritu gozoso en el cuerpo físico humanizado y más sano y por haber enviado ángeles a cuidarnos!
Después de esta invocación, pasaremos ahora a definir ¿qué es lo que nunca debemos olvidar en la historia? para que ésta reciba un contenido nuevo renovado de espiritualización sin venganza y con plena justicia, tanto social como retributiva a todas las víctimas que han acompañado el esfuerzo de cohesión humanitaria en su decurso y devenir.
En primer lugar, no debemos olvidar romper de forma total con la cadena del círculo vicioso de la violencia que hayamos podido recibir de nuestros antepasados y que, muchas veces, inconscientemente, perpetuamos en el presente sin saberlo o sin quererlo ya sea en nuestros hijos, familiares o amigos. Romper con la violencia recibida y liberarse de su dependencia emocional y sicológica, así como de la fascinación que pueda ejercer en nosotros, es una de las cosas más difíciles que podemos realizar en este mundo y en esta vida. Rebelarse a la propia biografía y actuar en contra de una propensión violenta en uno mismo, el deseo de vengarse en los demás por las humillaciones, desvalorizaciones, sordera o degradaciones recibidas, requiere de mayor coraje y control que el resto de los impulsos que debemos y estamos obligados a contener en nosotros mismos para que no continúe el derramamiento de sangre en el mundo. Requiere de mayor valentía que el empuñar las armas para actuar.
Los que hemos sufrido violencia injustamente, proveniente, sobre todo, de personas cercanas, familiares o amigas, sabemos de lo que estamos hablando, porque hemos tenido que hacer un esfuerzo excepcional humano para no caer en la trampa de volvernos violentos con los demás para compensar así el agravio que nos hicieron antes. Ha sido dura la experiencia, pero ha valido la pena: hemos recibido el llamado de los muertos y los caídos que nos invocan a no olvidar que se puede vivir en este mundo de manera alegre, en paz, armonía, convivencia común respetuosa, amable y convivial, y que se pueden mejorar las relaciones humanas, sin importar cómo haya sido la biografía y el corazón de los padres, abuelos, tatarabuelos o predecesores antes para con los hijos, hermanos y demás familia. Ésta ha sido, en realidad, la esencia de lo que hemos querido expresar con nuestro concepto de “resistencia civil” en nuestro libro “Formación en Valores de Resistencia Civil. Aportes de Ética Espontánea Ciudadana”, que es una Ética del cuidado y autocuidado que debemos tener para con los demás, el tacto para no envolverlos con nuestros problemas internos y no enredarles en el círculo vicioso de la violencia que cargamos al interior de nuestra alma, mente y espíritu, y con quienes queremos vengarnos y hacernos justicia porque, lamentablemente, la ley no llega aún al interior de los hogares para salvarnos a tiempo.
En segundo lugar, para lograr este corte necesario y muy personal de este círculo vicioso y convertirlo en un círculo virtuoso de la armonía y la paz, y, por tanto, en música de bálsamo y consuelo para el alma debemos escuchar la voz de nuestra conciencia interior o Gewissen que nos llama a reflexionar y pensar cada acción, especialmente, si ésta es mala o dura o ingrata, y no debemos llevarla a cabo porque ello traería dolor y sufrimiento a otro semejante. La voz de la conciencia es la llamada de alerta o el auxilio, que viene cuando estamos solos, de la mente antes de actuar y que nos ayuda a pensar las acciones y la práctica cotidiana, para no caer en la dependencia emocional ante el violento narcisista que nos quiere envolver en su propia toxicidad o en la experiencia tóxica que lleva dentro. Volvámonos, pues, seres antitóxicos, y distribuyamos un amor antitóxico que sea canción universal y música de retribución de lo que nos fue arrebatado y robado o la inocencia que perdimos sorpresivamente porque como ha querido manifestar el poeta hondureño, Roberto Becerra Lanza, los “seres humanos no son objetos extraños sino parte de un mismo espíritu”.
Como señala John Maxwell, en su libro “Impulse su crecimiento” y citando a Henri J. Nouwen: “Cuando usted crea un lugar de soledad en medio de sus acciones y preocupaciones, sus éxitos y sus fracasos lentamente pueden perder parte de su poder sobre usted”. Esto significa que los jóvenes muchas veces no ven o no pueden visualizar el daño emocional que les han hecho sus propios padres o tutores, y no se pueden rebelar a ello porque desconocen el poder de la autor-reflexión a solas para poner en equilibrio el caos que llevan dentro, y que se manifiesta agresivamente hacia el exterior. Toda mi vida he tratado de comprender cuál es el origen de la violencia y ahora pienso que reside en la falta de soledad consigo mismo o el tomarse el tiempo de pensar a solas con uno mismo sobre lo que sucede o ha sucedido y buscar en los libros de autoayuda psicológica la explicación de lo que han hecho con nosotros o de lo que sucedió en la historia. Esto lo llamo el aprendizaje significativo de la historia para cortar de raíz la propagación de la violencia que grita, abusa y no sabe de la fuerza del silencio en soledad que nos debe acompañar durante toda la vida.
En nuestro libro, “Filosofía de la Resistencia Civil” que es, en realidad, una filosofía de protección de civiles que intenta dulcificar también a los guerrilleros, soldados y militares, definíamos a la voz interior de la conciencia como sigue: “Por principio moral o civil podemos entender, en una primera aproximación definitoria, aquel ideal o idea rectores que poseen una fuerza de cohesión y movilización de los individuos basada en la proyección social de búsqueda de legitimidad de las acciones humanas que los principios representan, y que tiene su origen en la capacidad inquebrantable de un individuo de ser fiel y leal a la voz de su conciencia (Gewissen). Se trata, en el caso de la Ética Espontánea Ciudadana, de la capacidad de incorruptibilidad de las personas, es decir, su poder de ejercer resistencia a las acciones y actos inmorales o ilegítimos”. La voz de la conciencia es el tiempo que nos tomamos a solas para realizar una transición preventiva que no dañe más al mundo. Esa voz solo la podemos escuchar en soledad cuando estamos con nosotros mismos y, por tanto, en trascendencia moral y espiritual. De lo contrario, sólo escuchamos el ruido, la bulla, el desorden, el caos propio del mundo exterior. Hay que trascender en soledad preventiva la violencia del presente de la vida cotidiana: eso es recordar en historia, eso es memoria histórica, eso es elevar voces de la paz contra el olvido, eso es dejar en blanco la mente para llenarla de cosas buenas, bonitas y positivas.
Hegel señala en la Fenomenología del Espíritu, cómo la obra y la acción son objetivadas a veces de manera violenta y cómo se recupera a sí misma siendo objeto de tratamiento y de autoestudio: “La individualidad que se confía al elemento objetivo, al convertirse en obra, se abandona indudablemente a él y se presta a verse cambiada e invertida, pero el carácter del obrar lo determina precisamente el que sea un ser real el que se mantiene o solamente una obra supuesta, que desaparece en sí, anulándose. La objetividad no hace cambiar el hecho mismo, sino que se limita a poner de manifiesto lo que éste es, es decir, si es o no es nada. La desmembración de este ser en intenciones y sutilezas por el estilo mediante las cuales se trata de explicar de nuevo al hombre real, es decir, sus actos, retrotrayéndolo a un ser supuesto, cualesquiera que puedan ser sus intenciones particulares con respecto a su propia realidad, deben abandonarse a la ociosidad de la suposición, la cual, si quiere llevar a cabo su inoperante sabiduría, negar a quien obra el carácter de la razón y maltratarlo de este modo, explicando como el ser la figura y los rasgos, en vez de los actos, debe encontrarse con la réplica indicada más arriba, la que le mostrará que la figura no es el en sí, sino que puede ser, más bien, un objeto de tratamiento”. Tener, pues, la humildad de pedir ayuda y dejarse ayudar.
No olvidemos, pues, jamás que la historia es el devenir evolutivo del fortalecimiento de la sana autoestima de todas las personas que constituyen la Humanidad porque, como dijo Sun Tzu: “El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”.
Extraordinaria reflexión y lección sana para cada uno de los habitantes de nuestra sociedad …llena de odio …venganza y violencia …producto de la acción de familiares y políticos enfermos que inculcan un espíritu de venganza a las personas de su entorno …especialmente a niños y a la juventud…