El periodista como trabajador social por la democracia

(AÑO DEL 50 ANIVERSARIO DEL GOLPE DE ESTADO EN CHILE)

La Teoría de la Relatividad Dialéctica de la Historia le otorga a la profesión del periodista como trabajador social la función política de ser guardián y centinela proactivo del poder político en la democracia, en todas sus raíces informativas y de divulgación, así como de formación de su gran contenido filosófico. Eso implica vigilar de cerca el abuso de poder y el autoritarismo, además de contrarrestar el nepotismo, la corrupción y la impunidad que menoscaben los fundamentos del Estado de Derecho. Por eso el periodista como trabajador social se rige por postulados éticos y políticos que tienen que ver con la dialéctica entre libertad y necesidad, continuidad y discontinuidad, experiencia, memoria, olvido y olvido total y progreso y regreso en la historia, al relativizar su reducción a actos de simple conveniencia o interés particular egoísta. El regreso histórico no significa aquí y en el mundo, retroceso en la historia, sino la mirada hacia atrás con el fin de superar para siempre los errores cometidos y aprender de la experiencia olvidando lo opaco negativo y construyendo lo positivo lumínico.

El periodista como guardián y centinela de la evolución democrática garantiza el proyecto de refundación hacia la meritocracia para que esta no quede siendo solamente una promesa electoral o personal de los políticos y los funcionarios públicos.

Los principios de la Ética del Periodismo pueden resumirse, como esfuerzo meritocrático genuino y auténtico, en los siguientes aspectos:

1.- “Respetar la verdad y la presunción de inocencia.

2.- Investigar a profundidad los hechos.

3.- Velar por la objetividad.

4.- Contrastar fuentes y datos.

5.- Rectificar la información errónea, cada vez que sea necesaria” (Martínez, Victoria, Ética del periodismo, 2022, 5 de Julio, pág. 11).

A los anteriores les sumamos los principios relacionales y dialógicos de:

  • Defender consecuentemente la libertad de expresión.
  • Educar en el amor por la vida.
  • Formar en el amor propio y la autoestima.
  • Respetar al público.
  • Comprender las distintas posturas de su público y tratar de elevarlas a un nivel superior de entendimiento y comprensión tanto política como filosófica.

Podemos decir, que las prácticas anti éticas que deterioran la ética periodística se resumen en las siguientes:

1.- “No cumplir con las normativas vigentes ni seguir el mínimo jurídico.

2.- No corregir información imprecisa o errónea en el momento oportuno.

3.- Exponer sin consentimiento la identidad de una fuente, o cruzar los límites de la vida privada.

4.- Difamar o injuriar a algo o alguien sin la evidencia correspondiente, invalidando la presunción de inocencia” (Ídem, pág. 16).

A lo anterior le sumamos la siguiente mala práctica anti relacional:

  • Aceptar dinero para realizar propaganda política a favor de dictaduras y tiranías para intimidar, confundir o ganar electores porque ello favorece la corrupción que menoscaba el Estado de Derecho.
  • Usar y manipular al público entrevistado en cualquier medio de comunicación como perros de garra para que se peleen entre sí o “den riata” como decimos en Honduras.
  • Pedir favores sexuales a las mujeres periodistas a cambio de garantizarles un puesto de trabajo.
  • Propagar el machismo y el racismo, así como la intolerancia y la discriminación en el periodismo.

En este siglo XXI, los guardianes y centinelas del Estado de Derecho con su orden legal y político, se dirigen inevitablemente hacia la responsabilidad relacional y dialógica de defensa de contenidos serios y veraces formativos con un periodismo original creador que fortalece las autodefensas de la democracia como participación relacionadora del deber interiorizado en tanto pluriverso de la razón y los sentimientos humanos.

Ahora bien, la función política del periodista como trabajador social lumínico o iluminador y centinela de la Teoría de la Relatividad Histórica de la Política Dialéctica del Mundo se centra en el autodominio de sí mismo y el autocontrol en respeto mutuo. Se crea así una Dialéctica Dialógica del Periodismo y la Politología que asume la necesidad de elevar de nivel profesional y teórico obligados, los contenidos que se tratan en los medios contemporáneos de comunicación de masas.

La realidad social es un proceso estructurado vital y virtual mente. Y como tal implica la estructura de cerco del periodismo democrático junto a su proceso legal de legitimación de la defensa del monopolio de la violencia ejercida por el Estado, ante actos machistas terroristas y agresivos de irracionales o iracundos.

Aquí nos “enfrentamos al joven” desde la evidencia escrita del “Manifiesto de aquel joven ex gardista” que, con su soberbia, desdén y vanidad, atacaba los cimientos teórico-prácticos de los periodistas “viejos”, así como su legado imperecedero ético-político de prevalencia filosófica en el tiempo.

Nos referimos en concreto a los periodistas del caso HERMES que han echado por tierra la dignidad periodística en Honduras, al coaliarse con la narcodictadura del expresidente Juan Orlando Hernández, aceptando millones de lempiras para proteger y propagar su imagen. Esto es un ejemplo claro de cómo se compra la conciencia de quienes tienen el deber de generar opinión pública. Por esa razón, desde el punto de vista de la Ética del Periodismo deben ser procesados por el Derecho Penal, nacional e internacional. Lo mismo vale para los ex funcionarios y fiscal del régimen dictatorial anterior, que han ido a refugiarse a la vecina dictadura bicéfala de Daniel Ortega en Nicaragua. Esto nos hace pensar en una condena internacional de aquellos países que cobijen y asilen terroristas anti democráticos.

Ese proceso jurídico de dichos periodistas y funcionarios corruptos tiene que ver con su violación de los principios que rigen el Trabajo Social del Periodismo Relacional Democrático y la Ética Política ya que han irrespetado el derecho del pueblo hondureño. Esos principios, Desde la Declaración Global de Principios del Trabajo Social son los siguientes:

1.- “Reconocer la dignidad inherente a la humanidad.

2.- Promover los derechos humanos.

3.- Promover la justicia social.

4.- Promover el derecho a la autodeterminación.

5.- Promover el derecho a la participación.

6.- Respetar la confidencialidad y privacidad.

7.- Tratar a las personas como un todo.

8.- Usar de forma ética la tecnología y las redes sociales.

9.- Integridad profesional.

10.- Creer en los valores democráticos y trabajar por ellos”.

“Yo no canto por cantar,

Ni por tener buena voz,

Canto porque la guitarra,

Tiene sentido y razón”

Víctor Jara

(Manifiesto)

Por Irma Becerra

Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.