La naturaleza humana es un asunto muy complejo. A veces frágil, vulnerable, dubitativa, débil, decaída física o mentalmente, a veces, extremadamente fuerte, sólida, convencida, fortalecida, mejorada, superada, etc. El ser humano es un ente inexpugnable con muchas aristas, dependencias, emociones ocultas, complejos, problemas y también delirios de grandeza y opacidad. Pero el ser humano es el único ser en la Tierra que puede pensar, dialogar, negociar, mediar y comunicarse oral y por escrito, por eso puede expresar y está obligado a expresar lo que piensa, lo que siente, lo que le conmueve y lo que no comprende desde un profundo sentido de visión de lo estratégicamente confiable.
En este sentido, como ha dicho Hegel, la individualidad del yo debe trabajarse desde el espíritu del mundo y hacia el espíritu de la bondad interna del mundo. El saber es actividad del yo general como interés del pensamiento que avanza, junto a las emociones y los sentimientos de cada persona, desde un en sí hasta un para sí, cuando la persona comprende finalmente y hasta el final que su vida transcurre desde su interior hacia un objetivo o final que existe y es un fin en sí mismo. Y ese final, es cuando el ser humano comprende que no puede vivir alejado o aislado de la calidez humana propia y respecto a los demás. Un mundo sin calidez humana y una historia fría desprovista de calor humano mutuo no son posibles. Por eso está la utopía relacional lumínica: para indicarnos cuándo debemos ser suaves y cálidos, y cuando tenemos que ceder o retroceder ante nuestra propia falta de calidez respecto al mundo exterior.
Lo pensado, continúa Hegel, es un pensado como el contenido de la substancia; no es solo la existencia en la forma del en sí, sino un en sí recordado o histórico que tiene al para sí como finalidad última y absoluta. Así se encuentra y reencuentra el espíritu del mundo (Weltgeist) consigo mismo en la historia humana, cuando esta no desecha la calidez, el calor humano, las interrelaciones de entrañabilidad y constancias mutuas para la mejor comprensión conjunta del mundo, y por eso, cuando cuando la misma historia no desecha un recordar positiva y creadoramente. Solo de esta forma lo pensado es y deviene existencia histórica en continuo avance progresivo de la comprensión compasiva de la propia Humanidad en sí: cuando esta se autocomprende y autoreconoce a sí misma.
Desde esta perspectiva, constituye un error ver en la debilidad o la fragilidad vulnerada un manco o una limitación que debe ser negada a toda costa. Existimos con nuestras debilidades y con nuestras fortalezas al mismo tiempo, y todos tenemos debilidades que superar y fortalezas que aprehender. Por eso, cuando un político como el venezolano Nicolás Maduro afirma que “el no es débil, que nunca ha sido débil, timorato, blandengue o cobarde y que no hubiera llegado hasta aquí siéndolo, y que hay muchos cobardes en la revolución que temen hablarle cara a cara”, está negando su propio ser antropológico al prácticamente afirmar que “él es solo fuerte, valiente, calculador, inalcanzable, distante, frío y libre de emociones que no sirven para nada, porque no ayudan a aprender nada de la historia”. Veremos hacia dónde le conduce esta posición totalitaria y extremadamente insensible propias de un “macho de hierro”.
La misma condición de una ultraizquierda desgastada por su frialdad, falta de empatía, valentía, coraje ciudadano, valores democráticos y temor a la vulnerabilidad política y sicológica, enfrenta el “indio” Evo Morales en Bolivia. Después de veinte años de gobernar sin mayor formación que la frialdad ideológica del ultraizquierdismo radical neoliberal, que ha hecho de Bolivia un país más empobrecido y corrupto donde no se respetan las libertades democráticas ni las instituciones, el pueblo boliviano se vuelca por políticos más cálidos, democráticos y honestos.
Y, en nuestra Honduras, nuestra presidenta Xiomara Castro, ha acudido presurosa a solidarizarse con Nicolás Maduro ante la puesta de una recompensa de 50 millones por su cabeza, esbozada por Trump, el presidente norteamericano. Demás está decir, que la falta de calidez humana de esta primer presidenta mujer y su candidata presidencial, Rixi Moncada, nos hace pensar en el deseo de querer hacer de nuestro país un lugar distante para el pueblo, en el que las élites políticas y económicas se van a coaligar para mantenernos en el frío invierno siberiano de una distancia desprovista de perdón en el que olvidemos que éste no se dice, sino que se hace, y que el amor se expresa tanto en palabras, gestos, actos y acciones concretas. Se nota quién ama verdaderamente al pueblo, a las personas, a la gente y a los pueblos. Se puede saber con certeza quien habla con la verdad por la suma total de sus actos y sus palabras orales y escritas. El lenguaje humano como acto pensado para sí es infalible se convierte en una herramienta poderosa de los individuos y los pueblos para defenderse de los mentirosos que se niegan a sí mismos, al negar su propia debilidad ante el enriquecimiento y la avaricia desmedidos como le ocurrió a Nicolás Maduro, al que Estados Unidos confiscó 700 millones de dólares en bienes, automóviles, etc., mantenidos en República Dominicana. ¡Esta personalidad de hielo se ha quedado congelado en la historia! Pero esta última sigue y sigue, y continúa su marcha inexorable y sin parar, poniendo en su sitio a todos sus hijos porque sin calidez humana y sin compasión ¡no hay revolución alguna posible!
