“Soy porque somos”

Esta frase de la filosofía sudafricana del UBUNTU implica el rechazo al individualismo absoluto que siempre antepone el “yo” y el “ego” respecto a las demás personas, y lo relativa para indicar la importancia de la colectividad, sin la cual no podemos existir, porque ella nos cobija en el acompañamiento diario que la soledad relativa que todos llevamos por dentro pide, a veces en silencio, que nos quieran porque siempre nos hace falta amor y comprensión. Esa frase, pues, exige, a veces a gritos, que estamos faltos de una sonrisa, un abrazo, un cariño, una palabra amable, sincera, una caricia, una reciprocidad,  o un sentimiento compartido que nos haga olvidar nuestro dolor o nuestro sufrimiento internos, sobre todo cuando hemos sido criados o educados muy estrictamente, y por eso nos sentimos solos o solas y abandonados a nuestra fragilidad y vulnerabilidad.

El pensamiento filosófico africano, “soy porque somos”, es eminentemente relacional porque acentúa la dimensión de la intercomprensión humana desde el amor, la ternura, el cariño y el afecto que significan la universalidad de la educación y la crianza que se lleva a cabo con dichas características y logros: el gozo y la dicha sublimes, así como la alegría y la felicidad que proporciona la vida cuando no solamente se recibe sino cuando se da de forma atenta, plena y enteramente.

En este sentido, el abuso y el maltrato infantil por parte de los padres y los educadores o profesores hacia sus hijos o hacia sus alumnos, no va en interés de los niños y los educandos, porque es una violación al principio de la vida interconectada que resurge de la necesidad lumínica de “ser amoroso porque todos podemos ser más cariñosos”. Los mejores padres y  maestros son aquellos que se dejan corregir y no sienten celos y envidia de la mayor inteligencia de sus hijos o alumnos, sino que permiten que estos se independicen y puedan, así, ser autónomos para que no sufran cuando ellos falten. ¿Qué hacer, pues, cuando ya no esté mamá o papá? Simplemente, seguir adelante, perdonando y olvidando sus errores, para centrarse en su legado pedagógico que permite que podamos aportar a ese legado con una enseñanza mejorada desde el amor, el respeto mutuo y la rebeldía firme y alegre a toda obediencia sumisa por nuestra parte. El mejor maestro, el mejor padre, es aquél que permite que también se le olvide para asumir la propia responsabilidad por lo que aún no conocemos y para encontrar, en consecuencia, nuestras propias respuestas y nuestro sentido independiente a la vida y a nuestra vida, siempre con cariño, con suavidad, con reflexión crítica y con firmeza.

“Soy porque somos” y “Somos también porque soy” podrían ser los ideales relacionales lumínicos del relacionismo de Karl Mannheim, que nos indicó que fuéramos amables los unos con los otros, y no venenosos de espíritu corrosivo, que no anduviéramos por la vida humillando, ofendiendo, denigrando o violentando la dignidad de las demás personas, sino que aprendiésemos a dominar el arte de relativarnos unos a otros para crear un equilibrio social heroico en nuestras relaciones interpersonales, sociales y humanas. Uno se relativa frente al otro al saber cuándo hacerse grande y autodefenderse y cuando hacerse chiquito o humilde ante y con las demás personas. Solo en ese simultáneo sube y baja es que podemos decir que el relacionismo es saber qué decir y cómo actuar ante la autobiografía de nuestros amigos, familiares, y todos aquellos a los que conocemos. Esto para que la relación humana se vuelva una experiencia pedagógica mutua que puede soltar el control exagerado de los demás, y, sin violencia ni física ni sicológica, les enseña y permite ser ellos mismos. Solo de esta forma se construye la libertad en las relaciones sociales, una libertad fraterna, que no teme crear vínculos emocionales y racionales porque no tiene miedo de expresar sus emociones y sus razones para decir: ¡Qué lindo haberlo vivido! ¡Qué bueno que nos hemos entendido! ¡Hay tiempo para comprendernos mejor! ¡Hoy lo he hecho todo bien otra vez!

Hemos leído en la prensa local como una madre furibunda ha atacado a su niña con un martillo. Para comprender bien estas reacciones de ira desmedida, así como pérdida de paciencia, debemos investigar todas las causas y razones que están detrás. Tal vez ayude decir que antes de tener hijos o alumnos, debemos preguntarnos: ¿por qué quiero educar y por qué quiero tener y criar hijos? De ese modo, si la respuesta a ese ¿por qué? es incierta o insegura, debemos abandonar el intento y permanecer sin más responsabilidades de las que podemos asumir, porque no seremos capaces de devolver con creces el amor al regalo que implican los niños y los alumnos.

La utopía relacional lumínica ayuda a la Humanidad y a cada uno de sus individuos a detenerse un instante en esta vida tan acelerada de hoy para preguntarse a uno mismo si estamos yendo por el camino correcto del autocuidado por la salud, la salud mental, el trabajo digno, la jubilación con amor, etc., porque siempre, siempre, de lo que se trata es de aprender a quererse uno mismo en autocompasión y autoamabilidad de una reciprocidad de nuestra propia alma y nuestro propio corazón con nosotros mismos. Entonces, sincerémonos sin resentimiento con nuestros mayores para que ya no haya más soledad, sino espacio autoconsciente para poner límites al abuso de los demás, si nos han faltado o faltan al respeto y la cordialidad.

¡No marchitemos a los niños o a los alumnos!

Muchos padres y muchos maestros sufren del trastorno de la personalidad narcisista que les impide dejar de controlar y manipular a sus hijos o a sus alumnos. Quieren siempre tener la última palabra, que estos les rindan cuentas de su vida diaria, sus salidas y entradas, o de lo que estos hacen, por ejemplo. El excesivo control de estas personas refleja su miedo social a ser cuestionados por personas que se aman a sí mismas, ya que solo puede ser controlado y manipulado aquél o aquella que no se ama a sí mismo. Sepamos pues informarnos más sobre como podemos curar este tipo de malestar y como podemos sentirnos B, o sea, ¡sentirnos bien de verdad!, es decir, sin dar explicaciones, sin sentimientos de culpa, odio, venganza, ira, ego u orgullo excesivo. Así, pues que sea el “soy porque somos” y “somos porque soy” desde la libre resonancia de la humildad de la autoayuda mutua.

Por Irma Becerra

Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.

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