En defensa de la Utopía como forjadora de sentido en la historia

Por lo general, cuando se habla de utopía y vemos, incluso, el significado etimológico del concepto, se tiene la idea de que se hace referencia a ningún lugar que existe, o sea a algo inexistente o que carece de realidad, o es, al menos imposible de encontrar y de realizar. ¿Por qué, entonces, hablar de utopía? Resulta, que para obtener un significado más preciso y relevante para la historia de los pueblos que el anterior, la utopía, especialmente la utopía social ha sido el resultado de visiones, sueños e ideales de perfeccionamiento de la sociedad y la historia, al plantear modelos sociales y políticos que trascienden el orden establecido e implican un mejoramiento y transformación para mejor del mismo.

En este sentido, como concepciones críticas del presente, las utopías representan los futuros imprevistos en que el presente puede llegar a convertirse, sobre todo cuando este oprime al ser humano en general. De ese modo, las utopías se pueden definir como modelos o construcciones de futuro promisorio para la Humanidad, independientemente del sistema socioeconómico al que hagan referencia crítica o intenten superar. De ahí, su importancia y necesidad imperiosas.

La Humanidad sin futuro carece de historia y desaparece. La utopía es el horizonte necesario que nos guía hacia el futuro y al que debemos dirigirnos para que la Humanidad tenga y conciba un futuro de un espacio nuevo y diferente para la vida, caracterizado por la inclusión e integración plenas en libertad, fraternidad y cooperación solidarias.

La necesidad actual de defender la utopía como promesa de futuro logrado moral y civilizadamente, surge de la terrible crisis global como una época de mentiras irreverentes donde la verdad y su búsqueda se encuentran amenazadas. Ante ello, se precisa de un nuevo Iluminismo del siglo XXI que nos esclarezca la pregunta acerca de ¿por qué un mundo sin verdad es un lugar en donde la vida ya no puede tener sentido ni lugar? ¿Por qué la verdad y sobre todo la verdad histórica es imprescindible para la vida?

Este nuevo Iluminismo de fuerza utópica se alza firmemente contra el culto a la violencia y a la muerte que hoy caracteriza las relaciones humanas y sociales. Por eso ese Iluminismo utópico es eminentemente relacional porque faculta y genera una nueva comprensión sana y equilibrada y no violenta de las relaciones entre personas maduras y conscientes de su propia valía y nueva autoestima moral y política. Este Iluminismo crítico de las relaciones capitalistas y socialistas contemporáneas nos define el camino correcto de la empatía política a seguir en la que las ciudadanías sean concebidas y comprendidas como participantes activas de la gesta de la revolución pacífica mundial de la sociedad decente. Es esta una respuesta alternativa contundente a los sistemas opresores actuales: la utopía relacional lumínica o el faro de luz contra la opacidad y la oscuridad de la corrupción, la violencia y la impunidad.

Esta nueva utopía es realizable porque parte de una renovación desde el propio lenguaje humano y la comunicación humana positivos contra toda negación de la verdad y de la vida. Por eso es relacional lumínica porque alumbra las relaciones sociales e interpersonales o también políticas, con la luz del esclarecimiento filosófico fundamentado que no es extraño ni lejano a la vida cotidiana.

La mayoría de los actuales políticos latinoamericanos no han sido capaces de defender a sus poblaciones y al interés del bien común y el bienestar general. Ello, porque lejos de pensar en los demás, se hayan más concentrados en entender a la política como un negocio privado al servicio solo de sus intereses egoístas y particulares. Buscan, por lo general, enriquecerse a costa del robo al erario público. En este sentido, han perdido la ética de su función y se reeligen indefinidamente en sus cargos, al margen del bienestar de la población a que se deben. Es preciso, por eso, hacer resurgir una utopía social y política de defensa de la autenticidad moral que rescate la dignidad golpeada de los ciudadanos y sea una verdadera rebelión desde los valores y principios de la sociedad decente, concebida como teoría y práctica de la dinámica histórica honesta e incorruptible.

La sucesión histórica de las distintas producciones sociales, o sea su procesualidad se exige y reafirma a sí misma por el hecho de que un producto o fenómeno social precedente no es ni actúa solamente como condición histórica genética, sino, según ha dicho Karl Mannheim, es también un contenido de sentido genético en el fenómeno o producto que surge después o posteriormente en la historia (Strukturen des Denkens, Frankfurt am Main: Suhrkamp,1980,pág. 129).

Esa procesualidad del contenido de sentido precedente en la historia se encuentra, en la actualidad, amenazado por una ruptura total del sentido mismo, que muchos denominarán posmoderna y que, en vez, de ordenamiento eficaz y organización planificada del mundo, desata el caos de fuerzas irracionales y violentas que tienen el propósito de finalizar la historia, marcarle un fin, y aniquilar con ello la voluntad de los pueblos de proseguir en la búsqueda del Bien Común.

Esa finalización de la historia sume a las culturas, los pueblos, las poblaciones y las naciones de todo el globo, en un marasmo apocalíptico contrario a la utopía, y que no es nada más que una distopía de la desesperanza y la negación totales. Es el sentido de la historia el que se encuentra amenazado con dicha distopía de la destrucción global que se presenta a sí misma como inevitable, y que afecta tanto a las sociedades y culturas más vulnerables como a las naciones industrializadas. Es lo terrible y distintivo de la época actual: todos nos encontramos sumergidos en la amenaza distópica de la supresión y la desaparición de una Humanidad irremediablemente perdida y desechada. No hay ya lugar para la esperanza.

La sucesión de los procesos históricos como determinantes de sentido especialmente esperanzador en la historia, es lo que se ha perdido y es lo que la utopía rescata y está llamada a defender para garantizar la vida en el planeta Tierra. Se trata de buscar una estructura dinámica interna de nuevo tipo de las formaciones históricas culturales y sociales para poder hacer resurgir el movimiento interno de la historia hacia mejor, que, en la vivencia contemporánea, aparece como estática y sitiada por un mecanismo y entorno opresor apocalíptico, finito, eterno y agobiante.

¿Quiénes son, entonces, los nuevos dadores de sentido histórico para restituir la esperanza y la libertad en el mundo? Pues, creemos que la utopía social de nuestro tiempo descansa en el esfuerzo de los individuos decentes, sensibles, honestos, reflexivos y nobles, y en sus familias, todos los cuales unidos a los movimientos sociales en toda su diversidad, y hartos de tanta barbarie, puedan devolverle a la historia su fuerza utópica necesaria para materializar de forma concreta una política de la autenticidad ética y moral al servicio de los pueblos. ¡Por una Humanidad sana y no concluyente!

 

Por Irma Becerra

Soy escritora e investigadora independiente hondureña. Me he doctorado en Filosofía con especializaciones en sociología del conocimiento y política social. He escrito once libros y numerosos ensayos sobre filosofía, sociología, educación, cultura y ética. Me interesa el libre debate y la discusión amplia, sincera y transparente. Pienso positivamente y construyo formación ciudadana para fortalecer la autoconciencia de las personas y su autoestima.